Por Javier Leyva
Hay una cierta cuestión con la que lidiamos eventualmente; se podría decir que es la pregunta de preguntas y su respuesta las responde todas. Cualquier persona con la mínima capacidad de pensamiento abstracto podría formularla; precisamente en eso reside su belleza, en el irónico contraste entre la pregunta más simple con la respuesta imposible; filósofos, científicos y profetas de la máxima jerarquía han fallado en responderla, por lo que no presumiré que yo puedo hacerlo. No aún.
¿Por qué estamos aquí?
Cualquier respuesta es correcta si satisface la necesidad de justificación existencial de un determinado sujeto, sin embargo, aspiramos al consenso general, y sobre todo a la irrefutabilidad, por lo que debemos rechazar el subjetivismo.
Esta misma tarde he dado un paso considerable hacia la respuesta; sería equivalente a colocar el primer grano de arena en una playa imaginaria. Si esta playa fuera tan grande como el universo mismo. Sé que parece una afirmación extremadamente arriesgada, pero escúchame bien.
Lo primordial es entender que la respuesta reside en el todo. Todo lo que existe, ha existido o existirá, que viene siendo lo mismo en concordancia con la ley de la conservación de la materia. Todo sigue siendo todo.
Ahora pensemos en Dios. Pero no en lo que significa, sino en lo que es. Dios creó el universo. Se podría decir que el universo es la expresión de Dios. Le da dimensión, por lo tanto podemos medir a Dios, que es todo lo que es. La premisa de que ser Dios, ser el universo y ser absoluto nos daría la ansiada respuesta parece sumamente razonable, por lo que me adhiero a esa postura.
Pero ¿Es posible llegar a ser Dios? Afirmo que sí.
Aquí es donde la cosa se pone interesante. El experimento de hoy. El resultado no fue el esperado, diría que fue un golpe de suerte, pero dada la potencialidad del resultado, no hay pesadumbre en admitirlo.
La mente es la llave. Es la maquina más afinada y precisa, y como colectividad hemos trabajado en conjunto por años para entenderla, potenciarla y dominarla. Eso me llevó a pensar. Y a pensar en que otros piensan. Había una persona frente a mí y otra persona frente a mí y su experimento era simple: el segundo leería la mente del primero a través de la manipulación eléctrica; los cálculos fueron realizados y los aparatos enchufados, por lo que se procedió con presteza. De antemano sabíamos que un pensamiento no se puede “leer” en el sentido literal de la palabra; ni siquiera se podría ver como se ve una película. Un pensamiento sólo se podría pensar y para eso se preparó el experimento. Y funcionó.
El segundo sujeto pensó lo que el primero, y también en sentido contrario. El empalme fue absoluto. Dos mentes incorporadas. No. Una sola mente.
Y heme aquí. Con un poder que apenas estoy empezando a sopesar. Hoy celebraré, pero mañana a trabajar. Mañana comienza la expansión que es a la vez contracción. Puede ser que la idea cause cierto grado de aprehensión, pero te garantizo que no tienes nada que temer. Será mucho más fácil mostrártelo que explicártelo. Un paso a la vez. Hoy se obtuvo la inmortalidad y el mañana nos dará la omnipotencia. Y nos la dará a todos los seres, las cosas y las fuerzas. Seremos el universo. Seremos Dios.