El original Metal Gear nació como un juego de sigilo debido a las limitaciones del sistema MSX para mostrar múltiples enemigos a la vez, teniendo un éxito moderado en cuanto a ventas y crítica. Sin embargo, sería en el año de 1998 cuando su sucesor, Metal Gear Solid, cambiaría para siempre el paradigma de la industria de los videojuegos.
La historia parece simple: Un grupo terrorista secuestra a dos importantes políticos y amenaza con lanzar un ataque nuclear a menos que se cumplan sus demandas, por lo que el gobierno norteamericano despacha al antiguo héroe Solid Snake para detener la amenaza. Esta premisa se desarrolla de manera magnífica, presentando personajes memorables, vueltas de tuerca sorprendentes y una subtrama político filosófica que hace cuestionar aquello que se considera como el bien y el mal en el mundo.
Metal Gear Solid demostró de manera contundente que los videojuegos no son solamente una plataforma pueril para matar el tiempo, sino el lienzo más moderno para narrar una historia, que ofrece herramientas únicas para envolver al espectador e incluso, en el futuro, convertirlo en un personaje más.
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