Sam Mendes (2015)
La franquicia del 007 fue revigorizada en el año 2006 con Casino Royal, en lo que fue un reboot que dejaba en el pasado el estilo campy del Pierce Brosnan para mostrarnos una imagen más realista y cruda, esta vez encarnada por Daniel Craig, quien, a pesar de haber sido recibido con algo de controversia, supo demostrar que fue una buena elección para el papel.
A Casino Royal le siguieron Quantum y Skyfall, siendo esta última muy aclamada por la crítica y un éxito en taquilla, por lo que Spectre tenía la nada fácil tarea de superar a su antecesora. Sin embargo, contaba con los elementos necesarios para lograrlo, con el regreso de Sam Mendes en la silla del director, un presupuesto millonario y finalmente la introducción del gran némesis de James Bond, Ernst Stavro Blofeld, interpretado nada más y nada menos que por el ganador de dos premios Oscar, Christoph Waltz. La mesa estaba servida pero ¿Spectre cumplió con las expectativas?
Lamentablemente, la respuesta es un rotundo no.
Las razones son múltiples. Por un lado, Daniel Craig pareciera cansado del papel, en una interpretación desangelada a la que no le ayuda para nada el guion que muestra a un James Bond más antipático que nunca y a menudo francamente ofensivo. Los clásicos personajes de apoyo regresan, pero ninguno de ellos tiene algún desarrollo significativo, quizás a excepción de M. La trama es un enredo de situaciones y viajes que parecen servir únicamente para exponer la cantidad ilimitada de viáticos con que cuenta Bond, a pesar de que su agencia ha sido puesta fuera de operaciones, en un argumento de lo más trillado que incluso la serie de Misión Imposible hizo de mejor manera. Pero el pecado más mortífero de esta entrega es que el villano Blofeld es el clásico mucho ruido y pocas nueces, anunciado con bombo y platillo como el verdadero genio detrás de todo lo sucedido en las películas anteriores y quien supuestamente siempre estaba dos pasos adelante de todos. Supuestamente, porque al final del día sus planes malévolamente genéricos se ven frustrados por sus propias excentricidades y ante un James Bond sin una pizca de ingenio que durante la toda película actúa como un bruto propenso a la violencia y no como un agente secreto al servicio de Su Majestad.
Los efectos especiales son muy buenos y por lo menos el festín visual es digno de apreciarse; en ese sentido, lo que más vale la pena son los primeros diez minutos de acción en la Ciudad de México. No tienes de que preocuparte si decides ver solo esa parte y dejar lo demás.
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