Por Javier Leyva
Nikolái Gógol es uno de los más recordados novelistas y es, junto a Dostoievsky y Tolstoi, responsable de la obra literaria que constituye el imaginario visual sobre la antigua Rusia zarista; mas no por eso sus novelas son anticuadas, si no que cuentan con un dinamismo que atrapa al lector con su vívida descripción de personajes y emociones. Su novela corta El Retrato es uno de los ejemplos que se aplican perfectamente al moderno sentimiento de desesperación económica y espiritual en la que se encuentran muchas almas jóvenes en este mundo lleno de prejuicios que tienden a aplastar la voluntad y someterla a expectativas que dejan de lado la verdadera belleza y el gozo que reside en la pureza de arte.
Consta de dos partes complementarias, pero las cuales se pueden entender por separado. La primera narra la travesía de un joven artista que se encuentra en una encrucijada al saberse talentoso pero carecer de los recursos económicos necesarios para sobresalir; su suerte parece cambiar cuando en su camino se cruza un misterioso retrato, aunque sus instintos le indican que sea precavido. En la segunda parte se narra el origen del misterioso retrato y se especula con la suerte que sufren las personas que se encuentran con él.
El Retrato analiza temas universales como la pasión ardiente y creadora de la juventud, así como los peligros de anteponer la ambición por encima de la integridad. La posible influencia de misteriosas fuerzas sobrenaturales es otro tema recurrente, a través de los penetrantes ojos del retrato que parecen embrujar a quien los mira.
Mención aparte merece la terrorífica noche que pasa el artista con el retrato, entre sueños y alucinaciones que le impiden distinguir la realidad de la pesadilla, la terrible sensación de no saber si realmente has despertado o aún duermes.
“Quien ha recibido el don del talento debe tener el alma más pura que cualquiera. Muchas cosas que perdonarían a otros a él no se las perdonan”…
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