Por Javier Leyva
Mario Benedetti hace el estudio profundo de un tema que es relevante en todas las latitudes del mundo, pero que encuentra particular resonancia en las sociedades latinoamericanas tan oprimidas por regímenes totalitarios, situación que invariablemente desemboca en la guerra entre connacionales, que por las circunstancias se encuentran en bandos opuestos de conflictos armados y revoluciones. A aquellos que están inmersos en tal escenario y reconocen que su situación es producto de un destino caprichoso se les presenta la disyuntiva entre tomar una decisión basada en sus propios valores y creencias o mantenerse en el lugar que los poderes superiores le han asignado.
Pedro y El Capitán son torturado y torturador. En cuatro actos a modo de presentación teatral vemos el exponencial deterioro corporal de Pedro, quien es un rebelde de un régimen dictatorial. Nunca se observan directamente las torturas infringidas, pero son descritas con sangriento detalle para que la imaginación, acaso peor que la realidad, sienta un gran temor y empatía por la víctima que no puede más que resignarse a un destino en el que ha perdido toda potestad sobre su propio cuerpo.
Sin embargo, en el campo de la mente sigue teniendo la capacidad de gobernarse y es en esta arena donde combate con El Capitán, hombre duro y pragmático que blande la ideología de absoluta derecha y es abanderado por un régimen dictatorial debido a su enorme capacidad argumentativa, aparentemente incomparable, que lo distingue de las interminables filas de brutos que constituyen el brazo fuerte.
Es una batalla desigual, sin embargo, Benedetti desentraña todos los pormenores del alma de estos dos hombres, cambiando por momentos el peso de la balanza y demostrando que el alma humana es más grande que cualquier poder fáctico.
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