Philip K. Dick
Por Patricia Munguía
¿Cómo sobrevivir a un trabajo rutinario y asfixiante?, Ben Tallchief no tuvo más que escribir una plegaria y enviarla por la red galáctica hacia uno de los mundos deíficos que se encuentran esparcidos en el universo para recibir su cambio a una nueva ubicación, en donde, junto a Seth Morley y otras doce desdichadas y aburridas almas, emprenderán la aventura más irreal y peligrosa de sus vidas. En una sociedad en la cual la existencia de la divinidad es una realidad y no una creencia, nuestros protagonistas se enfrentarán a extraños organismos vivos, habitantes de este desolado lugar llamado Delmak-O, y a acontecimientos que van más allá de lo místico y paranoico para finalmente regresar a su verdadero y único paradero.
De sus más de cuarenta y dos novelas, Laberinto de Muerte (A Maze of Death) se encuentra, sin duda, entre las mejores; siendo uno de los escritores más emblemáticos del género de la ciencia ficción, Philip K. Dick explora nuevamente las relaciones interpersonales en circunstancias adversas y estresantes, llevando a cada personaje al límite de sus capacidades y acentuando lo más humano de su ser, ya sea explotando su racionalidad o su instinto. Y como en todas sus historias, la imaginación desbordante de cada escenario y situaciones te mantendrán al borde de la expectación, pues además, las intrigas y la incertidumbre que aqueja a estos catorce viajeros darán inesperados giros de tuerca, otra estratagema recurrente en la mayoría de sus obras.
Un elemento interesante de esta novela es la invención de toda una cosmogonía en la que se mezclan distintas religiones para dar forma al libro de Specktowsky, el moderno discípulo, que sirve de guía espiritual para todo habitante de esta sociedad futurista en la que el contacto con Dios se vuelve un poco más palpable e involucra a la tecnología para crear una red de comunicación directa con el creador del Universo.
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