lunes, 22 de febrero de 2016

Laberinto de Muerte

(1970)
Philip K. Dick

Por Patricia Munguía

¿Cómo sobrevivir a un trabajo rutinario y asfixiante?, Ben Tallchief no tuvo más que escribir una plegaria y enviarla por la red galáctica hacia uno de los mundos deíficos que se encuentran esparcidos en el universo para recibir su cambio a una nueva ubicación, en donde, junto a Seth Morley y otras doce desdichadas y aburridas almas, emprenderán la aventura más irreal y peligrosa de sus vidas. En una sociedad en la cual la existencia de la divinidad es una realidad y no una creencia, nuestros protagonistas se enfrentarán a extraños organismos vivos, habitantes de este desolado lugar llamado Delmak-O, y a acontecimientos que van más allá de lo místico y paranoico para finalmente regresar a su verdadero y único paradero.

De sus más de cuarenta y dos novelas, Laberinto de Muerte (A Maze of Death) se encuentra, sin duda, entre las mejores; siendo uno de los escritores más emblemáticos del género de la ciencia ficción, Philip K. Dick explora nuevamente las relaciones interpersonales en circunstancias adversas y estresantes, llevando a cada personaje al límite de sus capacidades y acentuando lo más humano de su ser, ya sea explotando su racionalidad o su instinto. Y como en todas sus historias, la imaginación desbordante de cada escenario y situaciones te mantendrán al borde de la expectación, pues además, las intrigas y la incertidumbre que aqueja a estos catorce viajeros darán inesperados giros de tuerca, otra estratagema recurrente en la mayoría de sus obras.

Un elemento interesante de esta novela es la invención de toda una cosmogonía en la que se mezclan distintas religiones para dar forma al libro de Specktowsky, el moderno discípulo, que sirve de guía espiritual para todo habitante de esta sociedad futurista en la que el contacto con Dios se vuelve un poco más palpable e involucra a la tecnología para crear una red de comunicación directa con el creador del Universo.

jueves, 18 de febrero de 2016

Bartebly, el escribiente

Herman Melville (1853)

Por Karina López Correa

A través de la ventana, en una oficina de Wall Street, un enigmático hombre de aspecto pálido, casi fantasmal, contempla el vacío mientras se rehúsa a cumplir con las labores para las que fue contratado. A pesar de que al inicio Bartleby desempeña impecablemente sus tareas de copista, un día, de pronto, sin razón alguna, prefiere no hacerlo más.

Ante semejante azoro, el abogado que lo contrató decide narrar la increíble historia de Bartleby, pero hay más huecos que historia; la información que se tiene acerca de él es una mezcla de la posibilidad y el vacío de identidad, pareciera que es un hombre sin pasado o con un pasado inenarrable, que se encuentra más allá de la razón y de la ley. No se sabe qué hace mientras no labora, de dónde viene, dónde ha vivido, quiénes son sus padres o si es que tiene familia.

Bartleby es un personaje que no está relacionado con la finalidad y el sentido, es un gozne entre lo que está y no está. Escapa de toda delimitación y así mismo se define por todo lo que no es, por lo que preferiría no hacer. Su principal característica es la negativa, cada que Bartleby “preferiría no hacerlo” o en definitiva se niega a hacer las cosas que el abogado le encomienda abre un espacio de indeterminación donde las posibilidades de resolución ante su comportamiento quedan desestabilizadas por completo.

Bartleby, el escribiente, permite una concepción distinta a la prefija por tratarse de un personaje que rompe con los estatutos de la coherencia y la lógica, que dentro de su imposibilidad para ser clasificado revela características que lo clasifican dentro de la vida, que todo el tiempo deambula entre el ser y el no ser, entre el hacer y no hacer, sin situarse definitivamente en una de las dos opciones, que no es una figura activa ni pasiva, pues se asemeja más a un punto no necesariamente medio, sólo un punto en algún lugar del extenso campo de la posibilidad.


miércoles, 17 de febrero de 2016

Después del Terremoto

En esta ocasión, Murakami nos presenta un conjunto de seis historias que se desarrollan a poca distancia del devastador acontecimiento que conmocionó a todo Japón en enero de 1995, el gran terremoto de Hanshin (Kobe); sin embargo, ninguna de ellas se centra en la tragedia, sino que describen la vida cotidiana de los ciudadanos, a veces en escenas surrealistas y otras veces impregnadas de melancolía.

Cada relato ofrece una singular anécdota en la cual poco o mucho tiene que ver el terremoto, no obstante es una constante en cada uno de ellos, ya sea como hilo conductor o simplemente como personaje secundario, y las repercusiones que este suceso genera en cada personaje son de diversa índole.

En el primer cuento nos encontramos con un hombre a quien su esposa ha abandonado después de pasar cinco días y cinco noches frente al televisor observando la estela de horrores del terremoto; confundido y apesadumbrado comienza la búsqueda de su verdadera esencia. La segunda historia se lleva a cabo entre un anciano y una joven que descubren profundas afinidades entre sí al calor de una hoguera. El siguiente relato rebosa en melancolía al mostrar a una mujer atesorando un amargo pasado. A continuación Murakami esboza una peculiar persecución donde el destino final es a la vez el comienzo de una nueva vida. El quinto relato es acerca de una rana gigante y locuaz convenciendo a un servidor público para que la auxilie a salvar a Tokio de una catástrofe. Finalmente, la sexta narración nos transporta por los recuerdos de un escritor que bajo la forma de una fábula va dando solución a su propia vida y reflexionando acerca de sus experiencias. En definitiva, toda la obra es una compilación de sentimientos y experiencias de vida aderezados con el nostálgico ambiente que impera en la pluma de este prolijo escritor japonés.

martes, 16 de febrero de 2016

El Señor de las Moscas

Lord of The Flies (1954)
William Golding

Por Javier Leyva

William Golding hace un fascinante análisis de la naturaleza humana en esta novela, en la cual un puñado de niños británicos, de entre cinco y trece años, quedan varados en una isla tropical. Al no haber ningún adulto, los niños mayores intentan establecer una organización que les permita sobrevivir y ser rescatados. Golding teje magistralmente el desarrollo y subsecuente deterioro de dicha sociedad.

La historia gira en torno a dos muchachos mayores que se disputan el liderazgo del grupo: Ralph, un líder natural y ecuánime, y Jack, quien se basa en la ley del más fuerte. Ambos cuentan con virtudes y defectos que sólo se hacen más evidentes en la medida en que aumenta su rivalidad. De entre los jóvenes habitantes de la isla, solamente Piggy parece tener un criterio sabio para el bienestar de la mayoría, sin embargo, al ser un muchacho obeso y débil, su opinión es siempre desestimada.

El Señor de las Moscas nació como una contestación a ciertas novelas juveniles de la época que tenían la tendencia de ensalzar las virtudes innatas del hombre, aún en las situaciones más adversas. Golding no creé en esta visión fantasiosa, por lo que en El Señor de las Moscas no hay lugar para ingenuos optimistas y existe una sensación de fatalidad perenne. Se aluden con realismo importantes temas sociales como la psicología de masas, la adoración reverencial a símbolos y el temor irracional a lo desconocido y, asimismo, se analiza profundamente cada decisión y razonamiento de los niños, algunos de los cuales parecen estar permanentemente atados a las reglas sociales, y otros quienes están más que dispuestos a alejarse de ellas.

Se han dado diversas interpretaciones a El Señor de las Moscas, pero lo que es indudable es que se trata de un clásico de lectura obligada para los jóvenes en formación colegial.

lunes, 15 de febrero de 2016

Editorial - Vorágine [Narrativa] No. 6

Los avances en la ciencia y la tecnología se hacen presentes en la literatura a partir de la elaboración de complicadas hipótesis que reflexionan acerca del impacto de estas dos herramientas de la humanidad en nuestro entorno y con ello se crean mundos alternos o futuros en donde la tecnociencia juega un rol crucial en el desarrollo de la sociedad y su cultura. Viajes en el tiempo y el espacio son posibles, soluciones impensables encuentran forma en mundos perdidos, la evolución de las especies y el contacto con alienigenas aparecen como elementos de lo cotidiano; en el universo se la Ciencia Ficción todo es posible si tiene una explicación científica plausible.

domingo, 3 de enero de 2016

Epitafio a un perro

Epitafio a un perro
Por Lord Byron
(Fragmento)

Cerca de este Lugar
están depositados los Restos de alguien
que poseyó Belleza sin Vanidad,
Fuerza sin Insolencia,
Coraje sin Ferocidad,
y todas las virtudes del Hombre sin sus Vicios.
Hobhouse

Para señalar los restos de un amigo se alzan estas rocas;
nunca conocí otro – y aquí yace.
Byron