miércoles, 8 de julio de 2015

Partir


Otro día más sin verte, sin saber de ti, pero con la certeza de que nuestra separación irradia tu felicidad y esa verdad hiere, destroza. 

Duele saber que estás riendo sin mi; duele imaginarte en brazos de aquella a quien obsequiaste una rosa; duele saberte dichoso y pleno a causa de mi ausencia; duele este insidioso recuerdo tuyo; duelen todos estos pensamientos que te contienen y con necedad te retienen como a un veneno ponzoñoso; duele tanto que no me quieras y me duele tanto aún quererte. 

Era inevitable; tú tienes el alma podrida y yo me he intoxicado con ella letal e irremediablemente. Succionaste mi alma y ahora la desechas, dejándome vacía y sola. Inútil y cruel proceder, pienso yo. 

¿Por qué?, ¿para qué?, te he preguntado. 

Exhalas silencio y ese frío aliento recorre mi piel, antes suave y cálida, penetra tan profundamente que ya siempre será parte de mi; cuando en tu mirada busco una respuesta observo un gran abismo en el que alberga la nada. 

Tú ya te has ido.


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