jueves, 2 de julio de 2015
Vacío
Después de vagar por las calles húmedas de la ciudad, con sus ropas húmedas, cabellos húmedos, con sus pensamientos aún mojados, Carlo y Ana se tomaban el tiempo de caminar lento hacia el centro del lugar; él, sólo pensaba con redundancia en cómo había empezado todo lo suyo, a lo que le dijo:
—Ana, mujer, ¿qué crees que sería de mí en estos tiempos si no te hubieses fijado en mí aquella tarde de Abril?
—Hombre, pues qué querías que pasara, no lo sé, ni mínima idea tengo pero seguramente andarías vagando por tu cabeza, seguirías siendo el hombre frío, reservado y alto pero más viejo que cuando te conocí.
—No estás respondiéndome nada.
— ¿Lo ves?, también seguirías siendo un tipo de lo más necio, de lo más inconforme…
— ¿Eso crees de mí, eso te parezco?, ¿sólo un cuerpo inconforme, necio, viejo y húmedo?
—….Eso somos… -dijo Ana y le golpeó el hombro izquierdo.
Decidieron seguir caminando y esperar el bus, el cual los dejaba a unos cuantos minutos de su casa.
Más tarde, de noche, Carlo seguía con la misma pregunta, y ya que Ana no había podido contestarle, él solo creaba posibles respuestas.
— ¿Será que soy un frío, necio e inconforme cuerpo?, meramente no me cabe duda, lo soy, pero es que simplemente no me es posible cambiar; sí, lo sé, el cambio existe, pero igual uno no lo logra siempre, a mis cuarenta y cuatro años sigo sin encontrar algo que verdaderamente sacie mi inconformidad, todo lo que tengo, tuve y sé que tendré no basta, nada es bastante, lo bastante no está en mí. No soy bastante.
Después de divagar, Carlo salió, como ya de muchísima costumbre, a caminar a la arboleda de la avenida en compañía de Franz, su antiguo pastor inglés. Cada paso dado cuestionando su vida desde que ha tenido uso de razón (eso es lo mejor que uno puede hacer desde que éste haya remplazado al paradigma religioso); caminó, miró a Franz y de igual manera cuestionó la existencia de él — ¿qué estarás pensando tú de mí, Franz?, también te parezco alguien muy inconforme con todo lo mío?—
Dando ya casi las nueve de la noche regresó a casa junto con el animal, abrió la puerta, saludó a su mujer y fue directo a su escritorio a preparar la columna para el día siguiente. Carlo era un antiguo miembro de una revista independiente, esta no seguía ninguna corriente, era muy libre.
El hombre estaba tan aturdido por no poder seguirle el hilo a cada cosa que escribía; anotaba, continuaba y borraba, luego tiraba…terminó optando por reciclar ideas, no es tan buena opción pero siempre salva al creativo de cualquier apuro. Luego, frustrado, caminó hasta el lado izquierdo de su cama y se tiró con la vista hacia el techo, hacia afuera, cansado estaba de mirarse hacia adentro, no le gustaba ver qué ni quién era, ¿por qué nos asustará tanto el tener encuentros con nosotros mismos?, Carlo se evadió una vez más y no se vio a sí mismo en mucho tiempo; ya no quiere saber nada más de él.
Ya no quiere ser él.
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