Por Karina López Correa
Es una novela que señala de manera transparente la separación que ha hecho el hombre entre la naturaleza y la cultura, describe lo mucho que se ha alejado el hombre de su animalidad para dar paso a la cultura, quien es la encargada de delimitar los rasgos de lo animal para diferenciarlos de las características humanas. A partir de esta delimitación se construye el concepto de naturaleza humana.
La cultura es, entonces, quien eleva a la humanidad por encima de la animalidad y despoja al hombre de sus características primitivas, para que pueda desarrollarse dentro de un nivel racional que excluye cualquier atributo salvaje. Michael K no está dentro de los parámetros que la cultura ha instaurado para definir la naturaleza humana, por ello jamás logra funcionar dentro de la civilización y la época en las que nació.
Coetzee construye un personaje que cuestiona si ha sido acertado separar al hombre de la naturaleza, cuando son inseparables, pues permanecen unidos en el cuerpo. Cuestiona también qué tan benéfica es la cultura y la civilización para el hombre, qué bondades trae la historia, la guerra, la medición del tiempo y otros constructos sociales, o para quién las trae. Le da existencia a un ser que sólo cabe en la literatura, porque en el mundo y su cultura no hay espacio para alguien como Michael K.
Sin ser tendenciosa, y sin la pretensión de llegar a una resolución final, esta novela hace que el lector reflexione sobre el distanciamiento que existe, y cada vez aumenta más, entre el hombre y sus necesidades y en qué medida estas necesidades son producto de la cultura y no de su naturaleza.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario