Ya no quiero escribir,
quiero dejar de temblar las cicatrices
que dan vida y cuerda,
que el polvo no me moleste
con su miércoles de ceniza
y se convierta en un tranvía
que se ahoga
en un trago de saliva,
que los telescopios se sientan torpes
mientras nos miran
los poros de la frente,
que se malinterpreten los himnos,
los hímenes, los salmos, los salmones,
los pasos en reversa,
los lugares comunes, las comunas,
los campos de concentración de flores.
Ya no quiero seguir escribiendo,
quiero que la prudencia
se convierta en vino y cachetadas,
que los perros interrumpan
mientras habla el subconsciente:
subcomandante de lástima
carcomida en deseo;
que los autobuses se pierdan
dando vueltas y excusas,
que un rayo me parta
las manos y la lengua
para poder dormir
en paz.
Por Víctor Valdovinos
No hay comentarios.:
Publicar un comentario