Filmada como un falso documental, What We Do in the Shadows muestra a un equipo de grabación que sigue a cuatro vampiros quienes comparten un hogar en la cuidad de Wellington, mostrando al espectador las tribulaciones de su vida diaria, en lo que sin duda es una de las mejores comedias del año.
Cada vampiro es clásico: el aristócrata Viago, el joven y rebelde (de 183 años) Deacon, Vladislav quien nos recuerda demasiado a cierto Emperador rumano adepto a los empalamientos, y Petyr, quien para términos prácticos es Nosferatu. Sus interacciones, sus relaciones sociales, las dificultades para ajustarse al mundo moderno, y todo tipo de sangrientos enredos son abordados en las genialmente ridículas entrevistas con los vampiros.
En este alocado viaje no se escapa una sola referencia al folklor vampírico, desde el Conde Drácula hasta Crespúsculo, y todo se condensa de manera efectiva e hilarante, sin caer jamás en el humor vulgar; de igual manera, Brujas, Hombres Lobo y Zombies cuentan con apariciones estelares. Es una verdadera lástima que esta fantástica comedia no pueda tener el tipo de escaparate ante el gran público que se merece, ya que está años luz de diferencia de las grotescas e insultantes comedias con que Hollywood atraganta el mercado. Otra cosa admirable es el tiempo de duración, que es tan sólo de 85 minutos, en que no paras de reír, algo que se agradece en una época en la que todas las películas parecen durar más de 120 minutos.
No importa qué tipo de cine te guste, si tienes la oportunidad, no dudes en verla.
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