“La vida no es otra cosa que una pesadilla de la que nos
libra la muerte”
Samuel Langhorne Clemens.
Por Patricia Munguía.
Tom Sawyer, Mark Twain, personalidades unísonas que cohabitan en una historia asombrosa que sólo puede entenderse cuando la infancia ha quedado atrás, pues al recorrer sus páginas volvemos a encontrarnos con aquellos sueños y locas aventuras que diariamente germinaban en nuestra mente profunda y sin límites, propia de la niñez. Con la ayuda de Tom Sawyer, Mark Twain, seudónimo de Samuel Langhorne Clemens, rescata aquella idea de que todo propósito es posible esforzándote lo suficiente y, por supuesto, si tienes la dicha de contar con la ayuda y compañía de tus mejores amigos, de aquellos que estarán dispuestos a seguirte hasta el fin del mundo y que aún no cargan con preocupaciones ni prejuicios, aquellos que todavía son libres y que abrazan la vida con pasión o como diría Kerouac, la gente que está loca, loca por vivir, los intrépidos, los que viven para sí mismos y creen firmemente en sus ideales; aquellos amigos que nunca más vuelves a encontrar.
Para nuestro pequeño protagonista, cada idea concebida es una oportunidad para embarcarse en una aventura de insuperables expectativas en la cual hallará cómplices y se moverá junto a seres de lo más interesantes. El río Misisipi y sus alrededores se convierten en el escenario para esta historia entrañable, llena de emociones y anécdotas entretejidas por personajes que parecen cobrar vida; Huckleberry Finn, Becky Thatcher y por supuesto Tom Sawyer encabezan misteriosas aventuras en una América del Norte salvaje pero también bondadosa en donde cada recorrido de este grupo de niños nos muestra frondosos árboles, un acaudalado río, enormes graneros, laberínticas minas y también misteriosas personalidades. Las memorias de Twain sobre sus orígenes y experiencias personales son plasmadas en esta divertida obra donde la ficción y la realidad destiñen fácilmente sus fronteras para entrelazarse en la mente de un niño del que todos tenemos recuerdos porque, inviernos atrás, nosotros mismos fuimos Tom Sawyer.
Con esta novela, Samuel Langhorne Clemens, un hombre extraordinario, hizo realidad el más fiero deseo de la infancia: convertir la vida en una aventura interminable, idea que debiéramos rescatar todos los que hemos olvidado los placeres de vivir sin miedo, sin rencores, con alegría.
Además de crear personajes
carismáticos, el autor adopta el lenguaje narrativo natural de un niño ávido de
información sobre el mundo que lo rodea y que mediante experimentos que un
adulto desdeñaría, este atrevido y joven espíritu va hallando sus propias
respuestas en un camino que sólo él es capaz de transformar a su antojo
haciendo uso de su inagotable imaginación.
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