domingo, 28 de junio de 2015

Bajo la misma estrella

(The Fault in our Stars)
Dir. Josh Boone

¿Otra sensiblera historia de amor? Sí y no. Este filme, adaptación de una novela escrita por John Green, puede catalogarse fácilmente dentro de los lugares comunes de las películas de adolescentes enamorados, los cuales, además de diferenciarse de los demás por su atípica personalidad, lo cual ya es un cliché, están desahuciados, sin embargo, no todo en la trama es tan pretensioso ni tan lastimero y ni siquiera cursi.

Para quienes tengan conocimiento del proceso de degradación por el que atraviesan los enfermos terminales de cáncer, esta historia muestra la cara menos morbosa del asunto, a diferencia, por ejemplo, de otras películas del mismo tinte como la española Camino y La decisión más difícil, protagonizada por Cameron Diaz, no obstante, toca puntos importantes al respecto como la aparente estabilidad del enfermo antes de la inevitable e irreversible caída, último golpe fatal de toda esa serie de angustias y dolores que no sólo persiguen a la persona que lo padece sino a toda su familia. También nos habla un poco acerca del estado de ánimo que los envuelve, pues si bien es cierto que todos tenemos conocimiento de nuestra inevitable muerte, no todos estamos avisados de cuándo ocurrirá ni soportamos una existencia limitada por inútiles pero ineludibles recomendaciones médicas y tampoco sufrimos los desagradables efectos de algún medicamento.

Con respecto al idílico romance vivido por los jóvenes protagonistas, Hazel Grace, interpretada por Shailene Woodley, y Augustus Waters, a quien da vida el joven Ansel Elgort, se agradece su mesura al no mostrar al mundo lo insuperable y especial que es su amor, ninguno de los dos es un engreído snob, aunque sí hay un personaje de este tipo, Peter Van Houten, papel interpretado por Willem Dafoe, y tampoco se pretende ensalzar la compasión hacia su cualidad de mortales. Esta cinta termina siendo una clásica historia de amor para adolescentes bien portados que sueñan con conocer la dicha del primer noviazgo, en este caso, aderezado con un toque de drama para recalcar su mensaje: disfrutar la vida que se tiene porque no es inagotable.

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