viernes, 25 de diciembre de 2015

Ausencia


Por Ella Rucinter

"-Papá, ¿qué es la soledad?
-Es no saber estar contigo mismo." Alejandro Jodorowsky

Te presentaste ante mí en el alba de mis primeros seis años de rebosante vida y me arrebataste un poquito de mi historia, un trocito de inocencia. La rasgadura abrió una finísima grieta al interior que con el tiempo se fue ensanchando hasta desmoronar por completo aquel sentimiento incomprensible.

Ella habló categórica, e interrumpiendo sus sollozos dijo:

-Despídanse de él porque ya nunca lo van a volver a ver-.

Y no entendí su frustración cabalmente hasta unos años más tarde, cuando te acercaste un poco más. Esta vez el dolor apareció por primera vez, y sin palabras, selló el pacto de entendimiento que nuestras miradas llevarían a cabo en los futuros encuentros.

Cuando sus venosas manos me envolvieron suavemente, como tratando de consolar el vacío de su inevitable partida, ya me eras familiar; y en ese atardecer de invierno, de alguna forma comprendí que así debía ser. Nos despedimos pues, sin rencores. Sin embargo, las horas donde la nostalgia deposita su gélido suspiro me convidan a acariciar el imposible deseo de obtener más tiempo para entrañarnos profundamente.

Después vino un ligero roce; la irreparable pérdida. Y su cálido aliento se extinguió lentamente, entre palabras, deseando aferrarse a la efímera existencia humana.

-¿Adónde llegaré?- se preguntaba.

El miedo en sus ojos se transformó progresivamente dando paso al impostergable destino que aguardaba tranquilamente a tu lado. Aún así nos obsequió una última sonrisa y su sosegado semblante menguó la desdicha acumulada.

Hoy, al fin, ha llegado el momento de encontrarnos frente a frente para entregarte esta finita exhalación con la impronta de mi espíritu, y mi mirada logra penetrar el abismo de tus nebulosos ojos que me acompañarán en la interminable caída.

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