jueves, 3 de diciembre de 2015

El Gato Negro


Edgar Allan Poe, 1843

Poeta melancólico, gran maestro de lo macabro, influencia perpetua para todo aspirante, Poe dejó de ser un hombre para convertirse en símbolo del romanticismo. De él se han escrito mares de tinta, razón por la cual pretendemos tomar sólo una de sus obras para mejor ilustrar el dominio que tenía de su arte.

Una confesión dolorosa, notoriamente personal para alguien que vivió en carne propia la vorágine del alcoholismo. Narrada por un protagonista que es villano, monstruo confeso e irredimible, consciente de su propia naturaleza aberrante; a su vez, alma torturada cuya mente embotada por el vicio lo ha convertido en prisionero de su propia violencia. Personaje digno de una tragedia griega.

El gato negro, siempre objeto de superstición, también cuenta con un doble carácter, el de torturador y el de víctima inocente. En estricta forma, el gato es sólo un animal que al igual que cualquier otro ser desprovisto del raciocinio propio del hombre, transcurre su existencia sin verdadera consciencia del bien o del mal. Mas en la mente del hombre, el gato negro es catalizador de todo aquello que es despreciable.

El carácter sobrenatural o meramente coincidente de los extraordinarios sucesos narrados por Poe queda abierto a la apreciación del lector, en ambos casos plenamente fundamentado por la exposición misma. Esto nos brinda una interesante manera de estudiar El Gato Negro y nos invita a releerlo con diferentes ópticas, desde un punto de vista supersticioso y otro netamente pragmático.

De Poe, queda invitarlos a conocer su obra, intensa y relativamente breve, al igual que su trágica, bohemia y enigmática vida.


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