Por JALEZA
En cierta ocasión, platicando con un compañero operador, este me contó que en el poblado de Chimalpa, como a unos diez kilómetros de la ciudad de Apan, si pasabas solo después de las doce de la noche se te podía aparecer El Chacal. Eso fue en el mes de noviembre de 1987, lo recuerdo bien porque acababa de pasar el día de muertos. Y precisamente, yo me encontraba trabajando en una línea de autobuses con una ruta que iba por el rumbo de Apan, Hidalgo. Asi las cosas, un buen dia me tocó sacar el último viaje, que era a las 11:30 de la noche, y tenía muy presente la historia que me había contado mi colega. En esa empresa los operadores trabajábamos solos, pues no teníamos cobradores a bordo, y por eso siempre procuraba saber cuántos pasajeros llevaba. La ruta salía de la Cuidad de Mexico, pasaba por San Juan Teotihuacan, luego Otumba, Ciudad Sahagun, Emiliano Zapata, Chimalpa y, finalmente, Apan. Trataré de relatarles lo que viví en ese viaje, aunque las palabras no siempre bastan para describir una experiencia como esa.
Solo pueden imaginarse la escena. Yo solo en el autobús, la noche completamente oscura, el silencio total. Me sentía asustado y trataba de arrancar el autobús, cuando de pronto, al levantar la vista hacia la carretera, lo vi venir de frente hacia mí. Era una figura de apariencia bestial y canina, caminaba erguido, mirándome fijamente con sus ojos rojos como la sangre y su hocico abierto, mostrando horribles colmillos. Esa imagen aun me produce escalofríos.
Yo no podía hacer ningún movimiento, estaba petrificado. La criatura llegó al autobús y empezó a recorrerlo por el costado izquierdo. Dio la vuelta por la parte posterior, y regresó por el lado derecho. Al llegar a la puerta, volteó a verme por un instante y, acto seguido, continuo su camino hasta perderse entre las casas. Pasaron unos segundo y el camión arrancó, la luces se encendieron y pude proseguir mi camino.
Manejaba por inercia, mi mente embotada por el espanto. Y justo cuando me encontraba por llegar a la ciudad de Apan ¡repentinamente escuche a mi lado una voz grave! -Bajan allí en la gasolinera de la entrada- ¡Pegué un brinco que casi me hizo rebotar en el techo del autobús! Era un pasajero que se había quedado dormido y me pegó el susto de mi vida, pues yo estaba seguro de que iba completamente solo. Después de bajar a este ingrato en la gasolinera, recordé las palabras de mi compañero, “El Chacal te agarra si vas solo”. Resultó que no iba solo, y tal vez fue por eso que me dejó pasar sin hacerme daño.
No sé si lo que vi fue real o lo imagine por la sugestión y el cansancio propio del trabajo. Pero una cosa si es real, El Chacal no me espantó tanto como ese condenado pasajero.
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