jueves, 22 de octubre de 2015

Al Grito de Guerra y Desesperanza


Se metió a su choza para escuchar los ruidos de los aparatos electrónicos conectados a la luz, la estática del televisor sin volumen, el dedo en la pantalla del celular, el «tac,tac,tac» del reloj con semillas decorativas de la cocina.
— Allá afuera -sin duda alguna- está la vida entera, la desgracia. ¿Qué tiene que pasar para que multitudes enteras se levanten en armas, canciones, pinceles y letras?. La empatía y la evidencia periodística pueden ser una vía, pero no siempre funcionan contra el poder telehipnótico de los medios de comunicación masiva. Tal vez cuando la población entera pierda todo lo que se pueda tener.
Sigo esperando ese momento.
Lo importante es no dejarte, cabrón.
“¡Chinga tu puta madre Peña Nieto!”
apenas es un mero paliativo,
un endecasílabo necesario
pero con posibilidad de ser
interpretado como terrorismo.
Luna de sangre, llévame en tu río,
a cambio de mi vida yo te ofrezco
un verso blanco teñido de rojo:
Ayotzinapa.

Destello demente en diapositivas
sucediéndose al compás de la farsa,
diálogo enmudecido y complaciente
entre titiritero y marioneta.
Impulso tirano devastador,
indignación social encarcelada,
incompatibilidad hedonística,
incongruencia política podrida.
Imprudencia en las manos del gobierno
-lamento del que nunca se arrepientecobardía
encubierta del ejército,
del estado absorbido por el narco.
Desmembramiento de la muchedumbre,
desconfianza depositada públicamente,
ofrenda presentada en la desdicha,
angustia compartida de la madre.
Soledad calcinante distraída,
soberbia vigilante y policía,
arrojo comandante de rabietas,
hastío del cerdo, del legionario;
coraje legítimo y soberano,
reclamo a las paredes y los vidrios,
súplica absorbida por el asfalto,
discurso diluido y fermentado.
Flujo firme de ideas de venganza,
guerrilla cibernética burócrata,
contraataque falso televisado:
jadeo interminable y chapucero
convertido en la “versión oficial
y verdadera de todas las cosas”.
Insulto callado con ademanes,
consigna repetida como embrujo,
protesta con machetes y pancartas,
marcha de rodillas y degollados.
Dolor de pies, de cabeza, del alma;
náusea séptica consuetudinaria.
Cansancio inconciente de la lucha,
tortura inmaculada a domicilio,
masacre aglutinada con imágenes,
entierro de memorias compartidas.
Choque de ideas, de fosas comunes,
minutos de silencio sepulcral,
explosión de cánticos normalistas.

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