Por Javier Leyva
Un actor que simplemente era incapaz de errar en su interpretación, principalmente por ser pionero en la actuación de método; sin embargo, su personalidad magnética, semblante hipnótico y poderosa presencia serian las cualidades que lo catapultarían al éxito total en el medio y el estatus de icono que hoy en día es su leyenda.
Su incursión en la actuación, en una industria que recién comenzaba a existir en su país oriental, parece deberse más a una obra de la casualidad que a una búsqueda activa; Mifune parece haber tropezado con la actuación; sin embargo, en este mundo hay personas que nacieron para hacer algo en específico, prodigios destinados a convertirse en el mejor en lo que hacen; Mifune fue uno de ellos y de un modo u otro habríamos gozado de su arte histriónica.
Ser un actor de método le permitió desarrollar un rango actoral de considerable envergadura, pudiendo encarnar con igual efectividad desde el ser más ridículo y patético, hasta el más solemne e imponente señor. De especial relevancia para nosotros los mexicanos es su interpretación del indio oaxaqueño Animas Trujano, un personaje al cual imprime pasión y empeño, un personaje que superficialmente es un pobre diablo condenado al olvido, pero que en realidad tenía una dimensión profunda y llena de tristeza. Sobra decir que su actuación es magistral, pero lo relevante es la seriedad y respeto con que alude a un representativo de la mexicanidad.
Mifune y Kurosawa deben decirse en una misma oración. Se necesitaban y se complementaban. Juntos fueron la tormenta perfecta para lograr uno de los mayores legados del séptimo arte. Tuvieron dieciséis colaboraciones en su haber, y aunque debemos reconocer que en lo individual ambos alcanzaron momentos destacados como artistas, es sólo juntos cuando explotan el máximo potencial de sus respectivas cualidades. Su amistad fue profunda y su estrepitoso rompimiento fue sin duda doloroso para ambos. Sólo treinta años después, muy cerca del final, volverían a encontrarse para fundirse en un abrazo fraternal entre lágrimas de reconciliación. De Toshiro Mifune, Akira Kurosawa referiría: “no me enorgullece otra cosa más que lo hecho con él”.
La segunda etapa de Mifune lo vería triunfar con brillo propio en occidente, con exitosas películas filmadas en Estados Unidos y en especial con su interpretación de Lord Taranaga en la seríe de televisión “Shogun”, la cual, paradójicamente, fue alabada en el país norteamericano pero repudiada en su natal Japón.
Parece solamente adecuado que Toshiro Mifune haya establecido los paradigmas populares del samurái en su juventud y el señor feudal en su madurez.
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