miércoles, 30 de diciembre de 2015
Las doce en punto
Era el año 1960 y Esperanza tenía solo algunos meses de vivir con su marido y sus dos pequeñas hijas en aquella enorme casa colonial, ubicada en la calle 5 de mayo. El lugar era tan grande como una ranchería y contaba con su propia tienda, su carnicería, así como rastro y pulquería. El acabado tipo bóveda, junto con su largo corredor y sus puertas verdes de madera exhibían el lujo de la casa, que si bien había visto su esplendor unos veinte años atrás, aun mantenía una gran magnificencia.
Ya entrada la noche, Esperanza aun se encontraba terminando las ultimas labores del hogar, mientras sus hijas dormían y su marido estaba por regresar, por lo que su ocupación transcurría en la mayor soledad y solo escuchaba su pequeña radio de baterías a bajo volumen. De pronto, escuchó el sonido de los caballos, cuyos cascos golpeaban las piedras labradas del patio, causando gran estruendo. Al escuchar esto, pensó: “ya se salieron los animales” y acto seguido comenzó a escuchar que golpeaban la puerta principal, por lo que tomó una decisión: “voy a tener que meterlos, porque si no, se salen a la calle”. No era la primera vez que los animales se salían del corralón, pues tenían una yegua muy inteligente que había aprendido a quitar la tranca de las puertas.
Salió al patio dispuesta a regresar a los animales a su lugar designado, pero fue grande su sorpresa al darse cuenta de que no había ningún animal a la vista, solamente el amplio patio y una quietud absoluta; ni siquiera el viento se escuchaba y la oscuridad dominaba el pueblo, pues no había ningún tipo de alumbrado. Se sintió demasiado extrañada por la situación, ya que el sonido había sido muy claro, por lo que decidió ir al corralón a ver a los animales. Cruzó el largo patio con su antiguo pozo y pasó delante del rastro para llegar al corralón, donde se asomó y comprobó que todos los animales se encontraban tranquilos en su lugar, incluso la mañosa yegua estaba amarrada. Y justo en ese instante, escuchó una voz que detrás de ella le dijo: “no voltees, no voltees”. Al escuchar ese espectral susurro, se le erizó la piel y sintió que el alma se le escapaba. Comenzó a caminar hacia atrás, sin voltear, hasta que llegó nuevamente al patio y entró a su casa. Ya adentro, el primer sonido que escuchó fue el de una grave voz proveniente de la radio que decía: “Las doce en punto”.
Poco tiempo después regresó el marido de Esperanza y al contarle lo que había sucedido él también fue a revisar a los animales, constatando que todo estaba normal. Pero también le dijo que él ya se había acostumbrado a ese tipo de ruidos desde hacía mucho tiempo.
Se dice que la casa fue construida con adobe hecho con la misma tierra del lugar, la cual al ser escarbada reveló esqueletos en varias partes, por lo que se especula que podrían haber sido restos de la época de la revolución, o tal vez parte del panteón de un pueblo más antiguo. Es seguro decir que algunos de estos restos quedaron atrapados en los adobes utilizados para la construcción; en años posteriores, son muchos los que han afirmado que en esa casa se
mueven los objetos por si solos y constantemente se escuchan voces y demás ruidos extraños...
martes, 29 de diciembre de 2015
El día que comí pan de muerto
El día había oscurecido y el equipo de encuestadores con los
que estaba laborando aún no encontraba gente que llenara el
perfil y que además quisiera cooperar, para colmo todos en el
equipo tenían hambre y el pueblo en el que estábamos era
suficientemente pequeño y pobre como para no tener un lugar
dónde comprar algo que la mitigase y aunque ubicado en
Oaxaca, estaba bastante lejos de cualquier lugar que fácilmente
se conseguía esa sensación de estar en medio de la nada. Las
calles sin pavimentar y con poco alumbrado público se sitúan a
lo largo de un riachuelo y son divididas por un pequeño
camellón todo rodeado de montañas con sus bosques. Lo que a
continuación se cuenta sucede, si así gustas creerlo, en una de
estas calles, una calle donde al final se encontraba una casa
destartalada con un enorme árbol frente a ella justo junto al
río.
Como en todas las casas, el encuestador tiene que presentarse,
explicar su objetivo y aplicar los filtros necesarios para poder
proseguir con la entrevista, en esta casa no fue diferente y por
suerte había allí una persona que cubría los requerimientos y
que aceptaba ser encuestada, además, como es común en
varias partes de la llamada 'provincia', la gente suele ser muy
amable y hospitalaria así que sin dudarlo, aquel extraño nos
invitó a pasar al interior de su casa para no tener que contestar
tanta pregunta en el frío de la calle, vaya rareza que aún
estando ya dentro de la casa se sentía un clima quizá más frío
que fuera de ella, éramos seis y nos apretujábamos en una
sencilla habitación que se adecuó como sala de estar para
nuestra estancia; aquella familia estaba conformada hasta
donde pudimos notar, por una abuela, una hija, una nieta, un
nieto y un yerno, quien era el que estaba siendo encuestado; el
niño correteaba por toda la casa, la niña en cambio no nos
quitaba la vista de encima, callada e inmóvil, como sustraída de
sí, fue algo que nos inquietó de primera instancia, pues incluso
cuando la saludamos e intentamos sacarle unas palabras, ella
sólo se quedaba allí, mirándonos, así pasaron alrededor de
veinticinco minutos, con hambre, frío y el pensamiento
ocupado en cálculos acerca de cuánto tardaríamos en
encontrar un hotel cuando por fin terminaron la encuesta,
entrevista que por demás había sido tediosa, pues el
encuestado tardaba mucho en contestar para siempre dar
respuestas monosilábicas, pero ni hablar, nos ayudaba, y su
ayuda no terminaría allí, pues al final, justo cuando nos
despedíamos, a uno de nosotros se le ocurrió preguntarle si
conocía algún lugar cercano donde pudiésemos cenar, a lo que
contestó con otro monosílabo -no- pero de inmediato entró a
una de las habitaciones (eran cuatro y todas tenían salida al
patio) y un momento después salió una señora muy anciana
que enseguida nos invitó a comer aunque no sin advertirnos
que debido a la pobreza el alimento sólo consistía en café y
algo de pan, que para nuestra situación era demasiado pedir,
pues al ver la casa y sus ropas sabíamos que no mentían y no
queríamos quitarles lo poco que tenían así que educadamente
rechazamos la oferta, pero como también es costumbre en
aquellos lares, eso es tomado como una grosería y así nos lo
hizo saber nuestra anfitriona. Sin hacernos del rogar aceptamos
y sentados esperábamos mientras su joven hija salía con
tarritos llenos café y piezas de pan dulce para todos y ya
servidos comenzó la plática, mientras la hija desaparecía donde
quizás estaba su esposo, el niño seguía correteando y la niña
mirándonos fijamente justo en la entrada de una habitación de
donde nunca se movió. Ya no recuerdo de todo lo que
hablamos, pues se tocaron muchos temas como nuestra
procedencia, nuestras familias, de la situación en el país y
detalles de logística que despertaban la curiosidad de aquella
señora, que en cuanto veía que se nos vaciaba el tarro le
indicaba a su hija que atendiera más de aquel café frío e
insípido, era como tomar agua del grifo, y el pan, aunque
parecía del día tampoco tenía sabor alguno, no estaba duro
simplemente no tenía sabor, pero lo peor era que no disminuía
el hambre, al contrario, parecía acrecentarla, incluso las panzas
seguían chillando y uno podía escucharlas, cosa que nos
produjo un poco de risa y nos dio una excusa para salir de allí,
pues aquella amable viejita se empeñaba en tenernos con ella
un rato más, incluso nos ofrecía pasar la noche en una de sus
habitaciones, pues argumentaba que la oscuridad hacía de la
zona un lugar peligroso. Para nada queríamos quedarnos en
aquel lugar, aquella niñita ya nos había puesto nerviosos a
todos, pues ni aunque su abuela se dirigía a ella la niña
reaccionaba, ya después de mucho dialogar y de convencer a la
señora de dejarnos partir salimos con una advertencia acerca
de usar la calle paralela al río que a decir de la señora era muy
peligrosa aun cuando no era 'tiempo de crecida'. Al salir de su
casa la abuelita se despidió de nosotros desde dentro y con un
semblante muy triste nos pedía que nos quedáramos, pero ya
eran más de las nueve de la noche y todos nos sentíamos
intranquilos y hambrientos razón por la cual nos fuimos
siguiendo el consejo de aquella abuelita de no ir por el río.
Tardamos poco más de dos horas en llegar a un
establecimiento mercantil y atascarnos de comida chatarra que
era lo único que allí se vendía, fuera de eso todo el camino
hasta el hotel fue silencioso, quien sabe si por el cansancio o
por aquella extraña sensación que nos invadía a todos y que
nadie supo cómo explicar.
A la mañana siguiente nuestro coordinador propuso que
cooperáramos entre todos para regresar a casa de esa viejita y
dejarle una despensa, era algo común en nuestro coordinador
el querer ayudar a toda la gente, alguna vez lo vi repartiendo
monedas entre los niños que se acercaban al auto al pasar por
las carreteras de Chiapas, no sería gran cosa, pero todos
convenimos en mostrar gratitud con aquella abuelita, y así fue,
hicimos 'la vaquita', compramos muchas cosas de la despensa
básica y más tarde nos desviamos un poco para volver a entrar
en aquel pueblito, quisimos entrar por la calle paralela al río
pues la casa quedaba más cerca llegando por allí, pero nos fue
imposible pues de la calle ya no quedaba mucho, se había
desgajado una gran parte de ella en el río y era imposible
atravesarla a pie, mucho menos en la camioneta, tuvimos que
rodear el camellón para llegar, ciertamente el pueblo parecía
otro de día; había niños jugando en las calles y adultos
realizando cualquier clase de actividades del campo, por fin
encontramos la casa y aunque se veía un poco diferente nadie
le dio importancia, el coordinador bajó de la camioneta con las
bolsas en donde iba nuestra buena obra. Tocó y tocó y estuvo
tocando en la puerta como cinco minutos que parecieron una
eternidad, pero nadie respondía y entonces, un vecino que se
asomó, supongo que por el ruido que hacíamos, nos dijo:
-¡Hey! Ahí no vive nadie, ¿a quién buscan?-
Todos nos extrañamos de inmediato -a la señora...- nadie supo
cuál era su nombre -buscamos a la señora o a su hija, queremos
darle esta despensa- aclaró nuestro coordinador, pues cuando
se es encuestador, a veces por desconfianza la gente nos evita o
nos agrede.
-Uy joven, pero ahí hace años que no vive nadie, sí había una
señora que vivía con su hija pero..- se detuvo un momento para
salir a nuestro encuentro, mientras todos en la camioneta
estábamos congelados, cómo que no había nadie, ¿y la señora?
¿Y sus nietos? ¿Qué hay del encuestado?, todos nos callamos
para escuchar lo que diría el vecino que ya se acercaba.
-Mire joven, yo no sé bien qué habrá sido de las gentes que
aquí vivían, cuando don Aurelio falleció, su esposa y su hija se
fueron con un disque padrecito, de esos que namas andan
gritando pura babosada y después esa casa la usaba el culto
ese, pero cuando llega la crecida el agua se mete hasta alládecía
mientras señalaba con el dedo hacia la mitad de la calle -
y pus no le convenía verda' además de que acá todos somos
católicos, ¿quién les dio esta dirección?-
-Nadie, nosotros estuvimos ayer por acá haciendo encuestas y
aquí nos abrió una señora, hasta nos dio de comer..- aquel
sujeto al escuchar eso se persignó y rápidamente se alejó hacia
su casa no sin antes decirnos secamente que nos fuéramos de
aquel lugar.
Mis compañeros y yo nunca supimos quiénes eran las personas
que tan amablemente nos recibieron en su casa aquella noche
ni qué pasó en realidad en esa casa aquel gélido día, es una de
esas historias que al escucharlas no crees ni una sola palabra y
que sin embargo esperas que nunca te suceda.
que estaba laborando aún no encontraba gente que llenara el
perfil y que además quisiera cooperar, para colmo todos en el
equipo tenían hambre y el pueblo en el que estábamos era
suficientemente pequeño y pobre como para no tener un lugar
dónde comprar algo que la mitigase y aunque ubicado en
Oaxaca, estaba bastante lejos de cualquier lugar que fácilmente
se conseguía esa sensación de estar en medio de la nada. Las
calles sin pavimentar y con poco alumbrado público se sitúan a
lo largo de un riachuelo y son divididas por un pequeño
camellón todo rodeado de montañas con sus bosques. Lo que a
continuación se cuenta sucede, si así gustas creerlo, en una de
estas calles, una calle donde al final se encontraba una casa
destartalada con un enorme árbol frente a ella justo junto al
río.
Como en todas las casas, el encuestador tiene que presentarse,
explicar su objetivo y aplicar los filtros necesarios para poder
proseguir con la entrevista, en esta casa no fue diferente y por
suerte había allí una persona que cubría los requerimientos y
que aceptaba ser encuestada, además, como es común en
varias partes de la llamada 'provincia', la gente suele ser muy
amable y hospitalaria así que sin dudarlo, aquel extraño nos
invitó a pasar al interior de su casa para no tener que contestar
tanta pregunta en el frío de la calle, vaya rareza que aún
estando ya dentro de la casa se sentía un clima quizá más frío
que fuera de ella, éramos seis y nos apretujábamos en una
sencilla habitación que se adecuó como sala de estar para
nuestra estancia; aquella familia estaba conformada hasta
donde pudimos notar, por una abuela, una hija, una nieta, un
nieto y un yerno, quien era el que estaba siendo encuestado; el
niño correteaba por toda la casa, la niña en cambio no nos
quitaba la vista de encima, callada e inmóvil, como sustraída de
sí, fue algo que nos inquietó de primera instancia, pues incluso
cuando la saludamos e intentamos sacarle unas palabras, ella
sólo se quedaba allí, mirándonos, así pasaron alrededor de
veinticinco minutos, con hambre, frío y el pensamiento
ocupado en cálculos acerca de cuánto tardaríamos en
encontrar un hotel cuando por fin terminaron la encuesta,
entrevista que por demás había sido tediosa, pues el
encuestado tardaba mucho en contestar para siempre dar
respuestas monosilábicas, pero ni hablar, nos ayudaba, y su
ayuda no terminaría allí, pues al final, justo cuando nos
despedíamos, a uno de nosotros se le ocurrió preguntarle si
conocía algún lugar cercano donde pudiésemos cenar, a lo que
contestó con otro monosílabo -no- pero de inmediato entró a
una de las habitaciones (eran cuatro y todas tenían salida al
patio) y un momento después salió una señora muy anciana
que enseguida nos invitó a comer aunque no sin advertirnos
que debido a la pobreza el alimento sólo consistía en café y
algo de pan, que para nuestra situación era demasiado pedir,
pues al ver la casa y sus ropas sabíamos que no mentían y no
queríamos quitarles lo poco que tenían así que educadamente
rechazamos la oferta, pero como también es costumbre en
aquellos lares, eso es tomado como una grosería y así nos lo
hizo saber nuestra anfitriona. Sin hacernos del rogar aceptamos
y sentados esperábamos mientras su joven hija salía con
tarritos llenos café y piezas de pan dulce para todos y ya
servidos comenzó la plática, mientras la hija desaparecía donde
quizás estaba su esposo, el niño seguía correteando y la niña
mirándonos fijamente justo en la entrada de una habitación de
donde nunca se movió. Ya no recuerdo de todo lo que
hablamos, pues se tocaron muchos temas como nuestra
procedencia, nuestras familias, de la situación en el país y
detalles de logística que despertaban la curiosidad de aquella
señora, que en cuanto veía que se nos vaciaba el tarro le
indicaba a su hija que atendiera más de aquel café frío e
insípido, era como tomar agua del grifo, y el pan, aunque
parecía del día tampoco tenía sabor alguno, no estaba duro
simplemente no tenía sabor, pero lo peor era que no disminuía
el hambre, al contrario, parecía acrecentarla, incluso las panzas
seguían chillando y uno podía escucharlas, cosa que nos
produjo un poco de risa y nos dio una excusa para salir de allí,
pues aquella amable viejita se empeñaba en tenernos con ella
un rato más, incluso nos ofrecía pasar la noche en una de sus
habitaciones, pues argumentaba que la oscuridad hacía de la
zona un lugar peligroso. Para nada queríamos quedarnos en
aquel lugar, aquella niñita ya nos había puesto nerviosos a
todos, pues ni aunque su abuela se dirigía a ella la niña
reaccionaba, ya después de mucho dialogar y de convencer a la
señora de dejarnos partir salimos con una advertencia acerca
de usar la calle paralela al río que a decir de la señora era muy
peligrosa aun cuando no era 'tiempo de crecida'. Al salir de su
casa la abuelita se despidió de nosotros desde dentro y con un
semblante muy triste nos pedía que nos quedáramos, pero ya
eran más de las nueve de la noche y todos nos sentíamos
intranquilos y hambrientos razón por la cual nos fuimos
siguiendo el consejo de aquella abuelita de no ir por el río.
Tardamos poco más de dos horas en llegar a un
establecimiento mercantil y atascarnos de comida chatarra que
era lo único que allí se vendía, fuera de eso todo el camino
hasta el hotel fue silencioso, quien sabe si por el cansancio o
por aquella extraña sensación que nos invadía a todos y que
nadie supo cómo explicar.
A la mañana siguiente nuestro coordinador propuso que
cooperáramos entre todos para regresar a casa de esa viejita y
dejarle una despensa, era algo común en nuestro coordinador
el querer ayudar a toda la gente, alguna vez lo vi repartiendo
monedas entre los niños que se acercaban al auto al pasar por
las carreteras de Chiapas, no sería gran cosa, pero todos
convenimos en mostrar gratitud con aquella abuelita, y así fue,
hicimos 'la vaquita', compramos muchas cosas de la despensa
básica y más tarde nos desviamos un poco para volver a entrar
en aquel pueblito, quisimos entrar por la calle paralela al río
pues la casa quedaba más cerca llegando por allí, pero nos fue
imposible pues de la calle ya no quedaba mucho, se había
desgajado una gran parte de ella en el río y era imposible
atravesarla a pie, mucho menos en la camioneta, tuvimos que
rodear el camellón para llegar, ciertamente el pueblo parecía
otro de día; había niños jugando en las calles y adultos
realizando cualquier clase de actividades del campo, por fin
encontramos la casa y aunque se veía un poco diferente nadie
le dio importancia, el coordinador bajó de la camioneta con las
bolsas en donde iba nuestra buena obra. Tocó y tocó y estuvo
tocando en la puerta como cinco minutos que parecieron una
eternidad, pero nadie respondía y entonces, un vecino que se
asomó, supongo que por el ruido que hacíamos, nos dijo:
-¡Hey! Ahí no vive nadie, ¿a quién buscan?-
Todos nos extrañamos de inmediato -a la señora...- nadie supo
cuál era su nombre -buscamos a la señora o a su hija, queremos
darle esta despensa- aclaró nuestro coordinador, pues cuando
se es encuestador, a veces por desconfianza la gente nos evita o
nos agrede.
-Uy joven, pero ahí hace años que no vive nadie, sí había una
señora que vivía con su hija pero..- se detuvo un momento para
salir a nuestro encuentro, mientras todos en la camioneta
estábamos congelados, cómo que no había nadie, ¿y la señora?
¿Y sus nietos? ¿Qué hay del encuestado?, todos nos callamos
para escuchar lo que diría el vecino que ya se acercaba.
-Mire joven, yo no sé bien qué habrá sido de las gentes que
aquí vivían, cuando don Aurelio falleció, su esposa y su hija se
fueron con un disque padrecito, de esos que namas andan
gritando pura babosada y después esa casa la usaba el culto
ese, pero cuando llega la crecida el agua se mete hasta alládecía
mientras señalaba con el dedo hacia la mitad de la calle -
y pus no le convenía verda' además de que acá todos somos
católicos, ¿quién les dio esta dirección?-
-Nadie, nosotros estuvimos ayer por acá haciendo encuestas y
aquí nos abrió una señora, hasta nos dio de comer..- aquel
sujeto al escuchar eso se persignó y rápidamente se alejó hacia
su casa no sin antes decirnos secamente que nos fuéramos de
aquel lugar.
Mis compañeros y yo nunca supimos quiénes eran las personas
que tan amablemente nos recibieron en su casa aquella noche
ni qué pasó en realidad en esa casa aquel gélido día, es una de
esas historias que al escucharlas no crees ni una sola palabra y
que sin embargo esperas que nunca te suceda.
lunes, 28 de diciembre de 2015
sábado, 26 de diciembre de 2015
Oscuridad
Por José Steven
¿Desde hace cuánto tiempo le temía a la oscuridad? No sabía si
era para él un miedo racional o el dejo que una pretérita raza le
había heredado, el primitivo instinto de la supervivencia. Lo
único que sabía era que aún necesitaba un sendero de luz para
transitar su propia morada y andar con la vista al frente
evitando de reojo observar la negrura apenas ahuyentada.
Porque en la oscuridad se oculta, todos lo saben. ¿Pero qué se
oculta?
No obstante, la oscuridad siempre terminaba por ceder ante la
luz, ante el poder del astro incorrupto que poderoso se alza
para desvanecer el cobarde escondrijo. Y embebido por su
magnificencia nuevamente se sentía seguro, convencido de la
infantil naturaleza de sus temores. Nada hay que aceche entre
las tinieblas; y si lo hay ¡dejadlo venir! ¿Acaso no soy hombre
digno y capaz de enfrentar con bravura al enemigo
amenazante? Y de este modo, con ensalzadas palabras,
convencía a su alma de ser formidable.
Mas la noche había vuelto, y ahora le era imposible invocar las
elocuentes palabras para aquietar la volátil imaginación. Su
apesadumbrado corazón era azotado con la sospecha de impías
criaturas de imprecisas formas y nefastas intenciones. Una vez
más, se encontraba sugestionado por una fuerza mayor a su
intelecto, el cual, importante es mencionar, era considerable.
¿Cuánto duraría su sufrimiento esta vez? Maldecía ahora su
naturaleza solitaria que le había impedido formalizar una
relación afectiva, que sin duda habría dado lugar a una familia,
finalidad de todo hombre y refugio sin par. Mas él había elegido
cortejar a la dama del saber, cuyo toque embruja. Estaba solo,
noche a noche. ¿Pedir ayuda? Indigno de un hombre de su
estatus tener que admitir tan risible defecto. ¿Temer a la nada?
Ridículo absoluto. Y eso si es digno de temer y repeler con el
mayor ahínco.
Abrumado, un razonamiento salvador acudió por obra de la
providencia. Cayó en cuenta de que cada vez era igual, siempre
una sospecha paranoica desenmascarada por su carente
fundamento. A fuerza de reconocer la rutina, el temor
menguaba. Esta noche sería igual, sin duda. Y de este modo,
con recompuesto porte, se dirigió a sus habitaciones a reclamar
el descanso de quien lo amerita.
Se encontraba a escasos metros ya de su anhelado lecho,
cuando un movimiento furtivo, casi imperceptible, le congeló el
paso; una forma de elusiva definición se había deslizado
vertiginosamente desde el ventanal hacia el pasillo transversal.
Impactado por el súbito avistamiento, había quedado inerme,
mas su corazón golpeaba atronadoramente contra el pecho,
con fuerza tal que hacía mover el camisón de seda. Con
desorbitados ojos miró hacia el pasillo, conducto al magnífico
estudio donde tenía lugar su labor académica. Observó durante
segundos que igualmente podrían haber sido siglos, mientras la
piel se mantenía erizada y la saliva le recorría la garganta en
tracto lentísimo. ¿Había sido una ilusión proyectada
nuevamente por esa ominosa paranoia? O quizá se trataba de
algo más tangible, como un pequeño animal de paso furtivo
que se había colado escapando a la intemperie. Este
pensamiento le obligó a hacer acopio de valor, encaminándose
hacia el aludido recinto de trabajo. Avanzaba con pasos lentos y
postura rígida, como si un instinto le pidiera evitar una nueva
provocación, hasta que finalmente llegó a posarse ante la
elegante puerta rústica. Quietud y silencio eran dominadores
absolutos. Titubeante, miró la chapa dorada que remataba el
acceso y un instante después movió el brazo para asirla; sin
embargo, a centésimas de alcanzarla, la puerta se entreabrió
una pulgada por sí sola, en terrorífico movimiento acompañado
del más sutil y lúgubre rechinido.
Súbitamente rememoró un aciago vaticinio, pronunciado días
atrás por un colega escolástico. Se trataba de un absurdo rito
diseñado para conjurar una presencia sobrenatural; tal mito
inverosímil, a todos los interlocutores les había parecido un
tosco intento de comedia, al grado de ser llevado a práctica.
¿Lo había hecho él? ahora, al amparo de la noche siniestra, este
recuerdo invadía su mente.
La puerta lo invitaba a entrar y el silencio estaba cargado con
un aire antinatural. Definitivamente había algo más en el
ambiente; tenía la sensación de ser observado. “No entres…”
una advertencia a sí mismo. “Retrocede…” consejo prudente.
Aunque su cuerpo seguía rígido por el miedo, pudo dar un paso
atrás. Después otro. Pero antes de poder dar el tercero sintió
algo en la parte posterior de su cuello. ¿Era viento? No. Era un
vaho. Tibio. Vivo.
Alguien estaba parado detrás de él. El miedo había sido
reemplazado por una certeza fatal.
viernes, 25 de diciembre de 2015
Ausencia
Por Ella Rucinter
"-Papá, ¿qué es la soledad?
-Es no saber estar contigo mismo." Alejandro Jodorowsky
Te presentaste ante mí en el alba de mis primeros seis años de rebosante vida y me arrebataste un poquito de mi historia, un trocito de inocencia. La rasgadura abrió una finísima grieta al interior que con el tiempo se fue ensanchando hasta desmoronar por completo aquel sentimiento incomprensible.
Ella habló categórica, e interrumpiendo sus sollozos dijo:
-Despídanse de él porque ya nunca lo van a volver a ver-.
Y no entendí su frustración cabalmente hasta unos años más tarde, cuando te acercaste un poco más. Esta vez el dolor apareció por primera vez, y sin palabras, selló el pacto de entendimiento que nuestras miradas llevarían a cabo en los futuros encuentros.
Cuando sus venosas manos me envolvieron suavemente, como tratando de consolar el vacío de su inevitable partida, ya me eras familiar; y en ese atardecer de invierno, de alguna forma comprendí que así debía ser. Nos despedimos pues, sin rencores. Sin embargo, las horas donde la nostalgia deposita su gélido suspiro me convidan a acariciar el imposible deseo de obtener más tiempo para entrañarnos profundamente.
Después vino un ligero roce; la irreparable pérdida. Y su cálido aliento se extinguió lentamente, entre palabras, deseando aferrarse a la efímera existencia humana.
-¿Adónde llegaré?- se preguntaba.
El miedo en sus ojos se transformó progresivamente dando paso al impostergable destino que aguardaba tranquilamente a tu lado. Aún así nos obsequió una última sonrisa y su sosegado semblante menguó la desdicha acumulada.
Hoy, al fin, ha llegado el momento de encontrarnos frente a frente para entregarte esta finita exhalación con la impronta de mi espíritu, y mi mirada logra penetrar el abismo de tus nebulosos ojos que me acompañarán en la interminable caída.
martes, 22 de diciembre de 2015
La masacre de Virginia Tech
La mañana del 16 de abril de 2007 inició igual que cualquier otra en el Tecnológico de Virginia. Nadie podría haber imaginado que ese día tendría lugar la más mortífera masacre perpetrada por un solo hombre en la historia de los Estados Unidos.
Cho necesitaba suficiente poder de fuego para poder llevar a cabo su plan homicida. La elección fueron dos pistolas semiautomáticas de alto impacto y suficientes municiones para ir a cualquier campo de batalla, todo lo cual fue adquirido legalmente a pesar del historial psicológico de Cho que incluía una orden judicial de recibir tratamiento psiquiátrico, dos órdenes de restricción y múltiples diagnósticos de depresión, ansiedad y mutismo. Cho era una bomba de tiempo, detectada por varias autoridades e instituciones, pero ignorada por diversas razones, entre ellas, la imposibilidad legal de divulgar información personal.
Un estado mental completamente deteriorado fue el catalizador necesario para echar a andar la imaginación retorcida de Cho, quien desde niño fue extraño, silencioso y tímido, aun para su propia familia. Naturalmente, el colegio fue un lugar desagradable para un muchacho con esas características, quien a menudo sería blanco de burlas que lo conducirían a aislarse de sus compañeros; Cho crecería rencoroso de una sociedad en la que no encajaba y rechazaría todos los intentos de ayuda por parte de su familia, sus profesores y sus compañeros. Se encerraría a sí mismo en un mundo de odio y hedonismo, y en su mente enferma se visionaria a sí mismo como un mártir vengador, negando que él mismo, con su cobardía, era artífice de sus desgracias. La Universidad sacó lo peor de Cho; se negaba a responder a sus profesores, escribía poesía y ensayos plagados de violencia y acechó a dos compañeras que tuvieron que denunciarlo. Era un paria en el campus.
Cho deseaba escapar de su miseria, pero también deseaba que el mundo lo mirara; no se iba a ir sin hacer una rabieta infantil videograbada, seguida de su supuesta venganza contra la sociedad, asesinando a sangre fría a docenas de personas indefensas que jamás lo habían agraviado; la clásica actitud del cobarde que busca desquitarse con personas (o criaturas) que no lo merecen y que se encuentran en desventaja.
Poco antes de las siete de la mañana Cho accedió al edificio West Ambler Johnston y se introdujo en la habitación de Emily Hilscher, de 19 años, contra quien abrió fuego; al escuchar los disparos, Ryan Clark acudió a la habitación, y también fue atacado por Cho. Hilscher y Clark fallecieron por las heridas de bala y Cho escapó de vuelta a su dormitorio en el edificio Harper. Al tener conocimiento de estos hechos, las autoridades universitarias consideraron que se trataba de un incidente aislado y decidieron no emitir una alarma general que habría puesto a toda la Universidad en estado de alerta. Fue un error gravísimo.
Tras comprobar que el ambiente se mantenía en calma, Cho ejecutó el segundo paso de su plan. Se dirigió con toda tranquilidad al servicio postal y envió un paquete a la cadena noticiosa NBC, el cual contenía manifiestos y videograbaciones que Cho había hecho de sí mismo, creyendo que sería su legado perfecto para el mundo, que lo engrandecería como un héroe; en realidad, lo que el mundo pudo apreciar fue su desconexión con la realidad y su limitación como ser humano.
Cho meditó brevemente y se dio cuenta que no había marcha atrás para él, por lo que decidió darle rienda suelta a sus más enfermas fantasías. Alrededor de las nueve horas se dirigió al edificio Norris, encadenó las tres entradas principales, y abrió fuego indiscriminadamente contra estudiantes y profesores que se encontraban en clase. Durante los infernales minutos que duró el ataque, Cho asesinó a treinta y dos personas, casi todos con disparos en el rostro y la cabeza. La mayoría murieron a sangre fría, pero algunos murieron salvando la vida de otros. Ellos si se fueron como héroes.
La policía se presentó a atender la emergencia y al escucharlos, Cho supo que todo se había acabado. Acorde a su personalidad, Cho cometió suicidio en el salón 211, disparando sobre sí mismo. Había dejado de existir uno de los peores ejemplares en la historia de la raza humana.
No parece casualidad que haya tantos episodios de esta naturaleza en Estados Unidos y que vayan en incremento; su sociedad parece tener un efecto enloquecedor en algunos individuos.
Cho necesitaba suficiente poder de fuego para poder llevar a cabo su plan homicida. La elección fueron dos pistolas semiautomáticas de alto impacto y suficientes municiones para ir a cualquier campo de batalla, todo lo cual fue adquirido legalmente a pesar del historial psicológico de Cho que incluía una orden judicial de recibir tratamiento psiquiátrico, dos órdenes de restricción y múltiples diagnósticos de depresión, ansiedad y mutismo. Cho era una bomba de tiempo, detectada por varias autoridades e instituciones, pero ignorada por diversas razones, entre ellas, la imposibilidad legal de divulgar información personal.
Un estado mental completamente deteriorado fue el catalizador necesario para echar a andar la imaginación retorcida de Cho, quien desde niño fue extraño, silencioso y tímido, aun para su propia familia. Naturalmente, el colegio fue un lugar desagradable para un muchacho con esas características, quien a menudo sería blanco de burlas que lo conducirían a aislarse de sus compañeros; Cho crecería rencoroso de una sociedad en la que no encajaba y rechazaría todos los intentos de ayuda por parte de su familia, sus profesores y sus compañeros. Se encerraría a sí mismo en un mundo de odio y hedonismo, y en su mente enferma se visionaria a sí mismo como un mártir vengador, negando que él mismo, con su cobardía, era artífice de sus desgracias. La Universidad sacó lo peor de Cho; se negaba a responder a sus profesores, escribía poesía y ensayos plagados de violencia y acechó a dos compañeras que tuvieron que denunciarlo. Era un paria en el campus.
Cho deseaba escapar de su miseria, pero también deseaba que el mundo lo mirara; no se iba a ir sin hacer una rabieta infantil videograbada, seguida de su supuesta venganza contra la sociedad, asesinando a sangre fría a docenas de personas indefensas que jamás lo habían agraviado; la clásica actitud del cobarde que busca desquitarse con personas (o criaturas) que no lo merecen y que se encuentran en desventaja.
Poco antes de las siete de la mañana Cho accedió al edificio West Ambler Johnston y se introdujo en la habitación de Emily Hilscher, de 19 años, contra quien abrió fuego; al escuchar los disparos, Ryan Clark acudió a la habitación, y también fue atacado por Cho. Hilscher y Clark fallecieron por las heridas de bala y Cho escapó de vuelta a su dormitorio en el edificio Harper. Al tener conocimiento de estos hechos, las autoridades universitarias consideraron que se trataba de un incidente aislado y decidieron no emitir una alarma general que habría puesto a toda la Universidad en estado de alerta. Fue un error gravísimo.
Tras comprobar que el ambiente se mantenía en calma, Cho ejecutó el segundo paso de su plan. Se dirigió con toda tranquilidad al servicio postal y envió un paquete a la cadena noticiosa NBC, el cual contenía manifiestos y videograbaciones que Cho había hecho de sí mismo, creyendo que sería su legado perfecto para el mundo, que lo engrandecería como un héroe; en realidad, lo que el mundo pudo apreciar fue su desconexión con la realidad y su limitación como ser humano.
Cho meditó brevemente y se dio cuenta que no había marcha atrás para él, por lo que decidió darle rienda suelta a sus más enfermas fantasías. Alrededor de las nueve horas se dirigió al edificio Norris, encadenó las tres entradas principales, y abrió fuego indiscriminadamente contra estudiantes y profesores que se encontraban en clase. Durante los infernales minutos que duró el ataque, Cho asesinó a treinta y dos personas, casi todos con disparos en el rostro y la cabeza. La mayoría murieron a sangre fría, pero algunos murieron salvando la vida de otros. Ellos si se fueron como héroes.
La policía se presentó a atender la emergencia y al escucharlos, Cho supo que todo se había acabado. Acorde a su personalidad, Cho cometió suicidio en el salón 211, disparando sobre sí mismo. Había dejado de existir uno de los peores ejemplares en la historia de la raza humana.
No parece casualidad que haya tantos episodios de esta naturaleza en Estados Unidos y que vayan en incremento; su sociedad parece tener un efecto enloquecedor en algunos individuos.
miércoles, 16 de diciembre de 2015
Creepypastas
La semana pasada encontré a un viejo amigo, a quien no había visto desde el bachillerato. Me acerqué a saludarlo, pensando que era el mismo chico agradable de aquel entonces, aunque lo noté algo raro, incluso nervioso; Sin embargo, nos saludamos agradablemente y le di mi número telefónico, lo cual parecía muy importante para él. Esa misma noche, escuché el familiar sonido del watsapp y vi que era un mensaje de mi amigo; el mensaje decía: “MIRA DETRÁS DE TI. Si lo hiciste, seguro no viste nada, pero ahora Él está ahí. Pronto vas a escucharlo, incluso a sentirlo, pero no debes voltear. Te va a acechar, te va a aterrar. Tienes poco tiempo, si se impacienta estás perdido. Pásalo a alguien más. Ya te mostré como hacerlo. Quiere una víctima, eso le basta, trata de no ser tú”. Al leer esto, tal vez estés riéndote, pensando que es de lo más ridículo. Si es así, MIRA DETRÁS DE TI… Si lo hiciste, te compadezco y te ofrezco un único consejo: Apresúrate. Él es real. Yo miré sobre mi hombro y Él es real. Sólo quiere una víctima, eso le basta. Trata de no ser tú.
Lo que acabas de leer es un sencillo intento de creepypasta, las cuales son breves historias macabras que flotan en internet y que tienen como objetivo asustar al lector. Iniciaron siendo historias virales que se copiaban y pegaban en diversos foros, es decir, copypaste, de ahí el término “creepypasta”. Actualmente los encuentras en diversos sitios y foros de internet, algunos especializados en este tipo de narraciones y otros adecuados según las necesidades del creepypasta, como youtube o wikipedia. Prácticamente son las leyendas urbanas de la era digital y normalmente vienen acompañadas de imágenes, audio y video. La mayoría son historias sencillas y de calidad muy amateur, pero algunas cuantas desearás no haberlas leído cuando caiga la noche.
Las creepypastas son descalificadas por muchos al ser un tipo de literatura sumamente juvenil, sin embargo, el aspecto más interesante que tiene es que brinda muchas herramientas multimedia para crearlas, al tener como medio el internet. Las temáticas más usuales de las creepypastas incluyen historias de imágenes embrujadas, rituales caseros, videojuegos malditos y episodios perdidos de populares series de televisión. Las mejores se han valido de técnicas verdaderamente creativas para aumentar el nivel de credibilidad y aquí te recomendamos algunas:
Lo que acabas de leer es un sencillo intento de creepypasta, las cuales son breves historias macabras que flotan en internet y que tienen como objetivo asustar al lector. Iniciaron siendo historias virales que se copiaban y pegaban en diversos foros, es decir, copypaste, de ahí el término “creepypasta”. Actualmente los encuentras en diversos sitios y foros de internet, algunos especializados en este tipo de narraciones y otros adecuados según las necesidades del creepypasta, como youtube o wikipedia. Prácticamente son las leyendas urbanas de la era digital y normalmente vienen acompañadas de imágenes, audio y video. La mayoría son historias sencillas y de calidad muy amateur, pero algunas cuantas desearás no haberlas leído cuando caiga la noche.
Las creepypastas son descalificadas por muchos al ser un tipo de literatura sumamente juvenil, sin embargo, el aspecto más interesante que tiene es que brinda muchas herramientas multimedia para crearlas, al tener como medio el internet. Las temáticas más usuales de las creepypastas incluyen historias de imágenes embrujadas, rituales caseros, videojuegos malditos y episodios perdidos de populares series de televisión. Las mejores se han valido de técnicas verdaderamente creativas para aumentar el nivel de credibilidad y aquí te recomendamos algunas:
martes, 15 de diciembre de 2015
Christopher Lee
Cualquiera que ose llamarse conocedor del horror y la sci-fi, sin lugar a dudas debe conocer al eterno Christopher Lee.
En la pantalla de plata, Lee dio vida a geniales personajes, el más destacado sin duda es el del vampiro supremo, Drácula, interpretándolo en más de diez producciones de Hammer Films y al cual dotó de un elemento de sensualidad que lo convertiría en un icónico seductor de doncellas. Otro de sus personajes clásicos es el villano Francisco Scaramanga, quien se enfrentaría a James Bond en The Men With The Golden Gun; a inicios del nuevo mileno, Lee vería un resurgimiento en el mainstream con dos personajes de las mayores saga épicas de la cultura pop, el mago Saruman the White de la trilogía The Lord of The Rings y el Lord Sith Count Dooku de las precuelas de Star Wars.
En total, Lee participó en más de 200 filmes, lo cual llegó incluso a colocarlo en los libros de récords. Entre su gran filmografía destaca una obra maestra llamada The Wiker Man, película británica que es considerada una de las mejores de todos los tiempos y en la que Lee personificó a Lord Summerisle, líder de una peligrosa secta.
Se pueden hablar muchas cosas más de la prospera carrera cinematográfica de Christopher Lee, sin embargo, la vida del hombre es igualmente interesante. Nacido en Londres en el año 1922, se dice que su linaje desciende directamente desde el emperador Carlomagno. Estuvo relacionado con enormes figuras como Peter Cushing, Vincent Price y su primo político, Sir Ian Fleming. Aun joven, Lee se enrolaría en el Servicio de Inteligencia de las fuerzas armadas británicas y serviría activamente durante la Segunda Guerra Mundial. Si bien Christopher Lee fue muy discreto respecto a este periodo de su vida, podemos hacernos una idea con la anécdota contada por Peter Jackson en la que explica que Christopher Lee corrigió a un actor que hacía sonidos que no correspondían fielmente a los de un hombre al ser asesinado.
A avanzada edad Lee fue nombrado Caballero por el Príncipe Carlos, un honor más que merecido para un hombre cuya vida fue tan notable como la de cualquiera de sus personajes.
En la pantalla de plata, Lee dio vida a geniales personajes, el más destacado sin duda es el del vampiro supremo, Drácula, interpretándolo en más de diez producciones de Hammer Films y al cual dotó de un elemento de sensualidad que lo convertiría en un icónico seductor de doncellas. Otro de sus personajes clásicos es el villano Francisco Scaramanga, quien se enfrentaría a James Bond en The Men With The Golden Gun; a inicios del nuevo mileno, Lee vería un resurgimiento en el mainstream con dos personajes de las mayores saga épicas de la cultura pop, el mago Saruman the White de la trilogía The Lord of The Rings y el Lord Sith Count Dooku de las precuelas de Star Wars.
En total, Lee participó en más de 200 filmes, lo cual llegó incluso a colocarlo en los libros de récords. Entre su gran filmografía destaca una obra maestra llamada The Wiker Man, película británica que es considerada una de las mejores de todos los tiempos y en la que Lee personificó a Lord Summerisle, líder de una peligrosa secta.
Se pueden hablar muchas cosas más de la prospera carrera cinematográfica de Christopher Lee, sin embargo, la vida del hombre es igualmente interesante. Nacido en Londres en el año 1922, se dice que su linaje desciende directamente desde el emperador Carlomagno. Estuvo relacionado con enormes figuras como Peter Cushing, Vincent Price y su primo político, Sir Ian Fleming. Aun joven, Lee se enrolaría en el Servicio de Inteligencia de las fuerzas armadas británicas y serviría activamente durante la Segunda Guerra Mundial. Si bien Christopher Lee fue muy discreto respecto a este periodo de su vida, podemos hacernos una idea con la anécdota contada por Peter Jackson en la que explica que Christopher Lee corrigió a un actor que hacía sonidos que no correspondían fielmente a los de un hombre al ser asesinado.
A avanzada edad Lee fue nombrado Caballero por el Príncipe Carlos, un honor más que merecido para un hombre cuya vida fue tan notable como la de cualquiera de sus personajes.
jueves, 10 de diciembre de 2015
Survival Horror
El Survival Horror se basa principalmente en temática, la cual tiene que ver con un ambiente de tensión, una historia intrigante y amenazas siniestras. Algunas mecánicas también son tradicionales, como el armamento limitado y la exploración, sin embargo, se puede afirmar que el factor miedo es lo que define a este género de los videojuegos.
Otro aspecto genial del Survival Horror es el de los enemigos monstruosos que se enfrentan, algunos de los cuales se han vuelto personajes clásicos, como Nemesis y Piramid Head; estas criaturas nos asustan pero nos gustan.
Finalmente, es importante hacer notar que los videojuegos de Survival Horror se caracterizan por tener historias interesantes y elaboradas, incluso algunas escritas por leyendas como Clive Barker, por lo que su conexión con la literatura es importante y da como resultado una excelente narrativa, a diferencia de otro tipo de videojuegos que dejan este aspecto de lado a favor del gameplay.
La siguiente lista cronológica incluye algunos de los videojuegos más destacados del survival horror.
Hounted House – Atari (1982)
Castlevania – Nes (1986)
Sweet Home – Nes (1989)
Alone in the Dark – PC (1992)
Clock Tower – Super Famicom (1995)
Resident Evil – Play Station (1996)
Silent Hill – Play Station (1999)
Fatal Frame – PlayStation 2 (2001)
F.E.A.R. – PC, PlayStation 3, Xbox 360 (2005)
Dead Space – PC, PlayStation 3, Xbox 360 (2008)
Amnesia: The Dark Descent – PC (2010)
Slender: The Eight Pages – PC (2012)
The Evil Within – Play Station 4, Xbox One (2014)
Five Nights at Freddy’s – PC (2014)
martes, 8 de diciembre de 2015
Musica - Miedo
Es bien conocido que para infundir el miedo en alguien es muy importante el sentido del oído, pues el sonido nos echa a andar la imaginación; por esa razón, grandes músicos han creado inquietantes temas que hoy son iconos del terror y que de tan sólo escucharlos nos hacen sentir acechados por todo tipo de espantajos. En esta ocasión te mostramos una pequeña selección de temas de horror para que te pongas a escalofriante tono.
Tubular Bells
Los primeros minutos de este álbum de rock progresivo se volvieron famosísimos al ser utilizados en El Exorcista, película del año de 1973 que muchos consideran al día de hoy la película más terrorífica jamás creada (si no nos creen, pregúntenle a algún familiar que haya ido a verla al cine). A Mike Oldfield debemos esta tonada que evoca misterio y misticismo.
Silent Hill
Tema titular del videojuego y película del mismo nombre, es creación de Akira Yamaoka, compositor de la música y efectos de sonido de esta serie de videojuegos; el sonido de este tema nos provoca sentimientos de melancolía y desesperanza, por lo que es hermosa y opresiva a la vez. Las notas introductorias del mandolín lo dicen todo.
One, Two, Freddy’s Coming For You
(Uno, Dos, Freddy viene por ti)
La versión de esta rima infantil utilizada en Pesadilla en la Calle del Infierno es de lo más tétrico que puedas escuchar, al ser cantada por esas niñitas que brincan la cuerda en cámara lenta. Para enchinar la piel.
One, two, Freddys coming for you (uno, dos, Freddy viene por ti)
Three, four, better lock your door (tres, cuatro, cierra la puerta)
Five, six, grab a crucifix (cinco, seis, toma el crucifijo)
Seven, eight, gonna stay up late (siete, ocho, mantente despierto)
Nine, ten, Never sleep again (nueve, diez, nunca mas dormirás)
Monster Mash
Después de tanto meyo, este tema sesentero es perfecto para alegrar el ánimo y bailar al ritmo del twist, recordando a nuestros monstruos favoritos Drácula, Frankenstein y el Hombre Lobo. El tema más famoso de Bobby “Boris” Pickett.
lunes, 7 de diciembre de 2015
FEAR TV
Vorágine te presenta FEAR TV, que en esta ocasión te recomienda tres terroríficos episodios de afamadas series de televisión que dejaron huella, así que ármate de valor, palomitas (y la magia del internet) para disfrutar una buena noche de miedo.
“A little peace and quiet” (The Twilight Zone)
Así comienza este episodio ochentero de la segunda serie de The Twilight Zone (la Dimensión Desconocida en Latinoamérica), que narra la historia de una abrumada madre de familia que encuentra un collar que le permite detener el tiempo a voluntad y, de esta forma, conseguir un poco de paz y quietud. Un episodio mayormente gracioso y ligero, pero no te dejes engañar, el final de helará la sangre.
“Home” (The X-Files)
The X-Files contó en sus nueve temporadas con todo tipo de episodios, aquellos típicos paranormales, otros sumamente dramáticos e incluso algunos de parodia, presentando las investigaciones de nuestro equipo favorito del FBI, el creyente Mulder y la escéptica Scully. “Home” es por opinión general uno de los diez mejores episodios de la serie, y posiblemente el más aterrador; cuando el cadáver de un bebé con severas malformaciones es encontrado en un pequeño pueblo de Pennsylvania, Mulder y Scully son enviados a investigar, lo que los llevará a conocer a los Peacock, una espeluznante familia de granjeros deformes que se encuentra aislada de la sociedad.
“Fair Haired Child” (Masters of Horror)
Masters of Horror fue una serie que no manejaba continuidad alguna entre sus episodios, si no que cada uno de ellos era dirigido con el formato de película para televisión por un director diferente, el cual debía contar con alguna trayectoria dentro del género del horror. Como resultado, la serie tuvo un panorama disparejo en cuanto a calidad, pues algunos episodios fueron de alta manufactura y otros de muy baja. Fair Haired Child, la última entrega de la primera temporada, está en un punto medio entre estos dos extremos, pues tiene buenas escenas de horror y una historia interesante, aunque las actuaciones son medianeras y en ocasiones la producción se siente de serie B. Vale la pena echarle un vistazo por el monstruo titular y para conocer esta serie, que es obligada para todos los aprendices del horror.
“A little peace and quiet” (The Twilight Zone)
Así comienza este episodio ochentero de la segunda serie de The Twilight Zone (la Dimensión Desconocida en Latinoamérica), que narra la historia de una abrumada madre de familia que encuentra un collar que le permite detener el tiempo a voluntad y, de esta forma, conseguir un poco de paz y quietud. Un episodio mayormente gracioso y ligero, pero no te dejes engañar, el final de helará la sangre.
“Home” (The X-Files)
The X-Files contó en sus nueve temporadas con todo tipo de episodios, aquellos típicos paranormales, otros sumamente dramáticos e incluso algunos de parodia, presentando las investigaciones de nuestro equipo favorito del FBI, el creyente Mulder y la escéptica Scully. “Home” es por opinión general uno de los diez mejores episodios de la serie, y posiblemente el más aterrador; cuando el cadáver de un bebé con severas malformaciones es encontrado en un pequeño pueblo de Pennsylvania, Mulder y Scully son enviados a investigar, lo que los llevará a conocer a los Peacock, una espeluznante familia de granjeros deformes que se encuentra aislada de la sociedad.
“Fair Haired Child” (Masters of Horror)
Masters of Horror fue una serie que no manejaba continuidad alguna entre sus episodios, si no que cada uno de ellos era dirigido con el formato de película para televisión por un director diferente, el cual debía contar con alguna trayectoria dentro del género del horror. Como resultado, la serie tuvo un panorama disparejo en cuanto a calidad, pues algunos episodios fueron de alta manufactura y otros de muy baja. Fair Haired Child, la última entrega de la primera temporada, está en un punto medio entre estos dos extremos, pues tiene buenas escenas de horror y una historia interesante, aunque las actuaciones son medianeras y en ocasiones la producción se siente de serie B. Vale la pena echarle un vistazo por el monstruo titular y para conocer esta serie, que es obligada para todos los aprendices del horror.
domingo, 6 de diciembre de 2015
It
Con una duración de cerca de 190 minutos, se trató de una labor titánica el tratar de condensar las más de 1500 páginas que contienen algunas ediciones, por lo que se ha recurrido frecuentemente a su transmisión televisiva como miniserie.
Dirigida por Tommy Lee Wallace, la película se narra en dos planos temporales, 1990 es la época actual donde los siete protagonistas (bien entrados en sus cuarenta) son informados de ciertos sucesos que significan el regreso a Derry, su pueblo natal, de una criatura que los atormentó 30 años antes y a la que ahora deben enfrentar de nuevo. Es entonces que, a partir de flashbacks, se da a conocer el fatídico verano de 1960 en que cada uno de ellos tuvo un encuentro con la maligna presencia que los persiguió utilizando sus peores miedos y pesadillas, a la cual se referían simplemente como "eso".
Cada uno de los miembros de esta "pandilla de fracasados" tiene una personalidad bien definida por su entorno social, la cual representa un paradigma de la niñez. Bill es un chico soñador pero un tanto retraído por su problema de tartamudeo, el cual se ve agravado tras la muerte de su hermano menor. Ben es nuevo en el pueblo y su obesidad le provoca el acoso del rebelde Henry Bowers. Beverly es hija de un padre abusivo y la única chica del grupo por lo que lleva una fuerte carga emocional y sexual. Richie es el clásico niño bromista y alegre, cuya insensatez siempre lo mete en problemas. Eddie es un chico débil e hipocondriaco, sobreprotegido por su madre. Stan es metódico por su formación como Boy Scout, al grado de negar la presencia de "eso" por la imposibilidad racional de su existencia. Finalmente Mike es el último en unirse al grupo, y por ser un chico negro en una escuela pública de los años sesenta es objeto de constantes ataques racistas. Es importante tener en cuenta todo esto porque en sus demonios personales es donde reside el alma de la película y a través de ellos se canaliza el horror que representa "eso".
Los antagonistas se llevan también una gran mención por su efectividad interpretativa que se deja ver en una amenaza absolutamente real. Henry Bowers es la antítesis de todo lo que la sociedad americana espera de sus jóvenes, un chico egoísta y violento que sólo siente placer en demostrar su desprecio por todos y que representa la contraparte fáctica de "eso", como el mal palpable que camina entre nosotros.
Qué se puede decir de la actuación de Tim Curry como el payaso Pennywise, en el papel de su vida y que sin miedo a exagerar es tal vez el monstruo más espeluznante del cine de horror. Muchos de los que crecimos con esta película tuvimos en su imagen a un objeto recurrente de pesadillas y aversión por todo aquello que tuviera que ver con cloacas y alcantarillas. Es una presencia onírica cuyo poder para manipular el miedo es lo que lo alimenta, por lo que no hay mejor victima que la impresionable mente de un niño.
Este es el punto más fuerte de la película, el provocar un miedo que trasciende y se queda guardado en la memoria, es decir ¿quién no recuerda aquella escalofriante escena en las duchas de la escuela? un ejemplo de lo que se logró gracias a los recursos que debieron utilizar dadas la circunstancias en que se filmó. Al ser hecha para televisión se tuvieron que limitar las escenas violentas además del subtexto sexual que impera en la novela, dando lugar a ciertos trucos estilísticos para apelar al terror emocional (la apariencia del payaso) pero sin dejar de ser en muchos casos explícita.
El gran problema que tiene es una segunda parte más floja y que avanza muy lentamente. No es que sea mala, pero palidece junto a la primera parte que al ser tan estupendamente actuada y ambientada causa un desajuste en la calidad general de la película. Fácilmente se podría recortar a la mitad la última hora y media sin perder ningún elemento clave de la trama. Aun con esto, no deja de tener sus momentos de antología, siempre gracias a la presencia de "eso".
En términos generales, se trata de una película sumamente entretenida, que puede ya no ser tan terrorífica para los estándares actuales pero que sin duda se ha convertido en todo un clásico incontestable del cine de horror.
sábado, 5 de diciembre de 2015
The Babadook
Dir. Jennifer Kent, 2014
Por Javier Leyva
Cine de terror con contenido, eso es The Babadook, producción australiana que se aleja de la fórmula hollywoodense al tomar con seriedad absoluta el género del terror que tantas veces ha sido catalogado como una chapucería juvenil. De hecho, es una película ultra-seria, digna del currículum de cualquier auteur de cine de arte, lo cual se explica perfectamente desde que la directora (y escritora) Jennifer Kent rogó al afamado Lars Von Trier que le permitiera asistir a una de sus filmaciones para aprender a hacer cine.
Una madre viuda y su hijo de seis años son los protagonistas de una historia íntima pero turbulenta, donde el pequeño Sam se ha vuelto un problema para su madre debido a su comportamiento errático y agresivo, motivado por la supuesta presencia de un monstruo que observó en un perturbador libro infantil llamado “The Babadook”. Amelia, entendiblemente escéptica en un principio, comienza a dudar sobre la existencia de tal criatura, a raíz de sucesos macabros alrededor del libro y su hijo, y aunque trata de darles una explicación racional a estos hechos, es claro que algo peligroso se cierne sobre ellos.
La trama del ente sobrenatural es sólo el lienzo utilizado para explorar temas más profundos, como la pérdida de la pareja y la soledad que conlleva, así como para hacer duras preguntas existenciales, como el si una mujer está obligada a disfrutar la maternidad. Si le sumamos que las escenas de terror son en verdad espeluznantes y tanto la filmación como las actuaciones son excelentes, estamos ante una obra maestra del séptimo arte.
viernes, 4 de diciembre de 2015
Veneno para las Hadas
Por Javier Leyva
La ultima cinta dirigida por Carlos Enrique Taboada, ilustre por dedicarse mayormente a escribir y dirigir guiones de terror y suspenso, algo digno de reconocimiento si tomamos en cuenta que son géneros muy poco explotados en el cine mexicano debido a la poca aceptación entre el público.
Veneno para las hadas es protagonizada por dos niñas de primaria, Flavia y Verónica, ésta ultima quien afirma ser una bruja maligna, corroborándolo con sucesos que atribuye a sus poderes mágicos; Flavia, naturalmente asustada, comienza a ser víctima de los abusos de Verónica.
Ambientada en la Ciudad de México, tiene un toque de autenticidad que aumenta las de por sí macabras que son las conversaciones que sostienen las niñas, cuya óptica impera en la cinematografía, pues nunca se muestra el rostro de los adultos. De esta manera, lo que empieza como un juego de niños comienza a aumentar vertiginosamente hasta alcanzar un clímax de antología que no se reserva nada.
A menudo, los adultos tienen la idea errónea de que los infantes no tienen criterio ni voluntad, sin embargo, son personas iguales a nosotros, con ideales propios, con inteligencia y perspicacia y, sobretodo, con capacidad para actos de nobleza y de malicia. Esta película nos muestra el mundo de los niños, ese mundo que muchos ya olvidaron y que no es tan inocente como pensaban.
Si quieres ver una buena cinta de terror de manufactura nacional, no dudes en acercarte a esta excepcional película que es ya un clásico del cine mexicano.
jueves, 3 de diciembre de 2015
El Gato Negro
Edgar Allan Poe, 1843
Poeta melancólico, gran maestro de lo macabro, influencia perpetua para todo aspirante, Poe dejó de ser un hombre para convertirse en símbolo del romanticismo. De él se han escrito mares de tinta, razón por la cual pretendemos tomar sólo una de sus obras para mejor ilustrar el dominio que tenía de su arte.
Una confesión dolorosa, notoriamente personal para alguien que vivió en carne propia la vorágine del alcoholismo. Narrada por un protagonista que es villano, monstruo confeso e irredimible, consciente de su propia naturaleza aberrante; a su vez, alma torturada cuya mente embotada por el vicio lo ha convertido en prisionero de su propia violencia. Personaje digno de una tragedia griega.
El gato negro, siempre objeto de superstición, también cuenta con un doble carácter, el de torturador y el de víctima inocente. En estricta forma, el gato es sólo un animal que al igual que cualquier otro ser desprovisto del raciocinio propio del hombre, transcurre su existencia sin verdadera consciencia del bien o del mal. Mas en la mente del hombre, el gato negro es catalizador de todo aquello que es despreciable.
El carácter sobrenatural o meramente coincidente de los extraordinarios sucesos narrados por Poe queda abierto a la apreciación del lector, en ambos casos plenamente fundamentado por la exposición misma. Esto nos brinda una interesante manera de estudiar El Gato Negro y nos invita a releerlo con diferentes ópticas, desde un punto de vista supersticioso y otro netamente pragmático.
De Poe, queda invitarlos a conocer su obra, intensa y relativamente breve, al igual que su trágica, bohemia y enigmática vida.
miércoles, 2 de diciembre de 2015
El color que cayó del espacio
H. P. Lovecraft, 1927
Novela corta de H. P. Lovecraft, El color que cayó del espacio es una estupenda historia de horror y ciencia ficción que narra las tribulaciones de la familia Gardner a raíz de la caída de un meteorito en su granja. En un principio, este objeto proveniente del espacio atrae notoriedad hacia la familia, lo cual es del agrado de su patriarca, el granjero Nahum Gardner; sin embargo, poco a poco comienzan a sucederse extrañezas y aberraciones que afectan a la vegetación y a los animales de la zona, aislando a la granja de la temerosa comunidad de Arkham. Todos estos sucesos se encuentran relacionados con la aparición de un color diferente a cualquier otro conocido, un color proveniente del espacio exterior, cuya presencia presagia funestas consecuencias.
Esta historia se aleja un poco de la conocida mitología Lovecraftiana y sólo la alude con guiños muy discretos, enfocándose principalmente en hacer crónica de la pesadilla de la familia Gardner; la vívida descripción de la degeneración que experimentan la flora y fauna que rodean a la granja de los Gardner hace sumamente interesante descubrir cómo es que este lugar terminó por convertirse en un yermo maldito.
El color que cayó del espacio es quizás la mejor novela corta de Lovecraft, pues es de gran intensidad y fácil lectura, por lo que podrá ser terminada en menos de una hora; la tensión aumenta con un ritmo constante y preciso que atrapa al lector con una combinación perfecta entre miedo y curiosidad. Imperdible para cualquier fanático de la literatura de horror.
martes, 1 de diciembre de 2015
Editorial - Vorágine [Narrativa] No. 5
México está lejos de ser un país fantasioso, más
bien nos encontramos demasiado atados a una
realidad que a veces parece abrumadora. Sin
embargo, no se puede negar que somos un país
folklórico y de hecho es una de nuestras
principales características culturales. Es así que,
durante décadas y siglos, en nuestra sociedad se
han ido generando toda suerte de leyendas, mitos
y tradiciones relacionadas con lo tenebroso, lo
desconocido y hasta con la muerte misma.
El Nagual, La Llorona, Las Brujas, incluso El viejo
del costal, son algunos de los escalofriantes seres
sobrenaturales que nos han quitado el sueño en
más de una ocasión, porque aceptémoslo, en
algún momento de sugestión todos les hemos
temido; no obstante, a menudo ese temor
también viene acompañado de un vivo interés por
saber más de ellos y de aquellos que han tenido
experiencias cercanas con un ser de este tipo.
¿Quién de nosotros no tiene un amigo o familiar
que nos ha relatado con aterrador detalle la noche
que lo espantaron con espantoso espanto?
¿Quién sabe? Tal vez fuiste tú mismo quien vivió
una experiencia sobrenatural que te ha perdurado
en la mente, y desde entonces sabes que en este
mundo hay más de lo que se ve a simple vista…
Vorágine [Narrativa] No. 5, noviembre-diciembre 2015, Revista Completa
¡Puedes leer la entrega no. 5 de Vorágine [Narrativa] en el siguiente enlace!:
lunes, 2 de noviembre de 2015
Poder y Libertad
Por Samir Zapot
La aspiración humana por acceder a la libertad está determinada en gran medida por el poder que se ejerce sobre uno mismo y sobre los demás; libertad y poder van ligados íntimamente en la medida que es posible determinar el curso de acción de los acontecimientos en los que estamos inmersos.
La historia de la humanidad está plagada de ejemplos en los que se da cuenta de los intentos por imponer restricciones a la libertad, y cuando no hay una participación de la sociedad como conjunto en la implementación de estas limitaciones, llegan al extremo de construir sistemas políticos totalitarios debido a la ambición desmedida por mantener bajo control el estilo de vida que se cree adecuado para uno mismo y para los demás.
Gracias a los avances tecnológicos ahora es posible establecer conexión con prácticamente cualquier habitante de la tierra que tenga conexión a Internet, ese nuevo campo de batalla entre quienes pretenden mantenerlo como un lugar sin restricciones a la libertad de expresión, y aquellos que han avivado su tentación por establecer control total.
En junio de 2013 Edward Snowden, ex consultor tecnológico de la CIA (Agencia Central de Inteligencia y la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) reveló mediante los diarios The Guardian y The Washington Post, la existencia de programas de vigilancia masiva que el gobierno de Estados Unidos estaba usando contra sus propios ciudadanos y contra personas de otros países para mantener un registro de sus actividades. Snowden expuso la punta del iceberg de una situación que va más allá de las actividades ilegales de un gobierno, pues prácticamente no hay país en el mundo que no tenga su propio sistema de inteligencia. Incluso el gobierno mexicano contrató los servicios de Verint y Narus, dos compañías que han trabajado con la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos (NSA).
A través de la empresa Sogams, Verint vendió equipo de espionaje a la Policía Federal Preventiva (PFP), a Petróleos Mexicanos (Pemex), al Servicio de Administración Tributaria (SAT), así como al Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen). Sogams instaló sistemas de rastreo, aparatos de interconexión, relojes de pared, y relojes de mano con videocámaras, así como consolas para controlar llamadas telefónicas.
Sin embargo, hay un asunto más preocupante, una situación que ocurre todos los días con nuestro consentimiento, aunque en el fondo no tengamos la más ligera sospecha de las consecuencias de algo tan simple y cotidiano como navegar por la Internet. Cada vez que damos abrimos un sitio web dejamos información de nuestros hábitos y costumbres, más importante aún es la información personal que confiamos a sitios especializados en redes sociales, sin que tengamos garantía alguna de que no serán usados en nuestro perjuicio.
Un medio libertario como la Internet ha dejado ver su lado contrario, y desafortunadamente los usuarios no están preparados para utilizar este medio con responsabilidad. Nuevamente el anhelo de libertad se troca en control férreo.
domingo, 1 de noviembre de 2015
viernes, 30 de octubre de 2015
El Último Suspiro de la Humanidad - Parte II
Revelaciones
Atravesaron el umbral de una oxidada puerta verde y se
internaron en un laberinto de improvisadas habitaciones con
reducidos grupos de mujeres indiferentes a su presencia;
avanzaron torpemente entre apolillados muebles, baratijas,
trastos y otros objetos inservibles, Abigaíl miraba el
asfixiante panorama y se preguntaba cómo habría sido la
vida de antes y si estas personas también habían despertado
en una solitaria casa en medio de una playa. Un suave roce
en el brazo la hizo salir de su ensimismamiento para dirigirla
a una obscura y mugrienta habitación en donde le invitaron a
tomar asiento
-Me llamo Elia –se presentó la chica que la había llevado
hasta ahí. Estaba igual de sucia que todo lo demás, sin
embargo su piel era clara, llevaba el cabello negro por
encima de los hombros e iba ataviada con grises ropas que
se rasgaban en los codos y las rodillas; se le notaba una
expresión cansada que desdibujaba la tenue sonrisa que le
dirigía. Tenía una fina nariz y hermosos ojos castaños.
-Mi nombre es Abigaíl –dijo ésta.
-Él es Bruno –indicó Elia. Y el hombre de cabello castaño y
aspecto taciturno les ofreció una jarra con fresca agua y una
porción de sardina enlatada que engulleron con satisfacción.
Abigaíl creyó haber visto sólo mujeres en el túnel, pero en
cuanto vio a este hombre tan sólo pensó que probablemente
estuvieran separados por razones de comodidad, pero antes
de que pudiera decir nada se oyeron gritos e histéricas voces
irrumpieron pidiendo auxilio. Estaban atacando el refugio y
todas corrían desesperadas tratando de ocultarse de las
bestias para salvar sus vidas.
-Elia, rápido, toma lo que puedas y vámonos –ordenó Bruno.
Ambos giraron bruscamente hacia un pequeño gabinete
ubicado al centro de la estancia de donde extrajeron agua
embotellada, comida enlatada, una gruesa manta y con
tembloroso tacto acomodaron todo al interior de una vieja
mochila; después, Elia tomó dos navajas y se las tendió a la
nueva huésped indicándole que la siguiera y velozmente
atravesaron los desvencijados pasillos hasta dar con un
zaguán negro tras el cual yacían, sobre improvisadas
camillas, cuatro mujeres malheridas a las que otras
sobrevivientes habían aplicado torniquetes para evitar que
se desangraran pero que ante el inminente ataque dejaron
atrás. Los tres jóvenes siguieron corriendo hasta conseguir
llegar a una vieja casona en donde se escondieron dentro del
sótano; permanecieron muy juntos y callados, Elia y Bruno
temblaban igual que Abigaíl a pesar de contar con mayor
experiencia lidiando con estos asuntos. Afuera se
escuchaban, ya lejanos, los gritos y zumbidos de los
combatientes. Al parecer, este tipo de ataques eran
frecuentes, según le explicaron más tarde a Abigaíl.
- Habrá que buscar otro refugio- exclamó Elia.
-¿Adónde iremos?- cuestionó Abigaíl con sumo interés.
-Aún no sabemos las coordenadas, más tarde nos las dará la
doctora Bolaños, ella es la líder de la resistencia de esta
zona. -mencionó la joven de ojos castaños.
-Los Vespas son seres muy inestables, pero lo que pasó hace
un momento se ha intensificado en los últimos meses, así
que debemos tener extremo cuidado cuando nos movamos y
definitivamente no podemos permanecer por mucho tiempo
en un mismo sitio, pues tarde o temprano nos encontraríanindicó
Bruno.
-Mmm… ¿Y dónde están los demás hombres?, ¿acaso viven
separados de las mujeres?- preguntó con cierta curiosidad.
-Me temo que seré el único que verás- puntualizó el joven.
Nadie, en más de quince años, ha vuelto a ver a otro hombre.
-El mejor y único ejemplar de la especie –bromeó Elia.
-Pero…¿cómo es eso posible? –inquirió Abigaíl con seriedad.
-Pfff es una larga historia, incompleta siempre en sus
diferentes versiones y con un capítulo inédito añadido por
cada nuevo integrante –confesó Elia. Para mi –continuó al
tiempo que alcanzaba una botellita de agua a cada uno- todo
comenzó hace dieciséis años cuando salía de la escuela con
varios amigos, estaba en la preparatoria y caminaba cinco
cuadras para llegar a mi casa, eran las tres de la tarde, el
calor era insoportable y recuerdo que me ardía la garganta.
Unos días antes habían anunciado que un eclipse solar
tendría lugar esa tarde y decidimos verlo desde mi casa pues
era la más próxima, se suponía que no duraría más de quince
minutos, pero con todo lo que pasó después, la obscuridad
se prolongó por seis días.
>>Entramos a la casa, dejamos las mochilas en la sala,
servimos algunas botanas y aprovechamos la ausencia de
mis padres para probar su extensa variedad de licores y
vinos -y una pícara expresión apenas se dibujó en sus labios-.
Llegó la hora del eclipse y subimos a la terraza con los
correspondientes lentes para admirar a nuestros más
grandes astros y poco a poco quedamos envueltos en la
penumbra, el espectáculo fue asombroso; pasados los diez o
quince minutos esperados se escucharon terribles
estruendos, pensamos que se trataba de alguna explosión
cercana en una gasolinera o supermercado pero el ruido
avanzó sobre nosotros y sin saber qué más hacer corrimos a
resguardarnos en el piso de abajo; teníamos mucho miedo e
ignorábamos qué estaba pasando así que intenté llamar por
teléfono a mis padres y descubrí que no había línea, otros
probaron con sus propios teléfonos y corrieron con la misma
suerte, habían interrumpido todos los canales de
comunicación. Asustados e incapaces de pensar en nada
esperamos durante horas con la esperanza de recibir la luz
del sol anunciando el desenlace de nuestras preocupaciones,
en lugar de ello, un estentóreo zumbido atravesó el cielo
desatando el caos y a partir de ahí sólo recuerdo gritos y
llanto, no sé cómo ni por qué me encontré corriendo en la
calle con algunos de mis amigos que gritaban y se jalaban
unos a otros en diferentes direcciones, fue entonces cuando
los vi por primera vez, estaban a unos metros de distancia,
entre autos destrozados y miles de piezas de vidrio,
despedazando un cuerpo sobre la acera, y como si acabara
de despertar tomé conciencia de mi propia existencia, me
aferré con fuerza a un delgado brazo que se encontraba a mi
derecha y del lado contrario, una mano de gruesos dedos
hizo que nos lanzáramos en desbandada hacia la multitud
enloquecida. Había incendios por todas partes, muchas
calles estaban bloqueadas por autos o edificaciones
derrumbadas, la gente corría desesperada, se escuchaban
disparos, explosiones y un zumbido incesante. Los servicios
médicos colapsaron antes de 24 horas, había demasiados
heridos y ningún lugar era seguro.
>>Pasamos varios días escondidos en una bodega de
muebles junto con numerosas familias y demás grupos de
personas, los niños estaban hambrientos e inquietos pero
teníamos miedo de salir, aún estaba obscuro y no
entendíamos qué había pasado, todos estaban tan
impactados y confundidos como yo. Una noche descubrieron
nuestro escondite, creímos que nos matarían, todos estaban
aterrorizados, entonces se produjo una pelea y nos
redujeron a un centenar, hubo quienes lograron escapar en
medio de la trifulca, los demás esperábamos, acorralados, la
inminente muerte, en vez de eso nos condujeron a un hangar
totalmente aislado en donde la temperatura descendía por
debajo de los cero grados; cada día se presentaban grupos
de sobrevivientes capturados en diversas regiones del
mundo; como es lógico, el lugar rebasó su máxima capacidad
rápidamente y la falta de higiene se elevó en la misma
proporción pero conseguimos acomodamos de la mejor
manera posible y nos las arreglamos con el escaso alimento
que nos proporcionaban las bestias, no obstante, mucha
gente enfermó y comenzaron los decesos, principalmente de
los niños, quienes no fueron capaces de sobrevivir ante tales
circunstancias adversas.
>>Jamás se nos informó de nada, todos los días nos
obligaban a tomar muestras de sangre entre nosotros,
después debíamos destruir libros, desmantelar aparatos
electrónicos, plantar semillas y hortalizas; se nos permitía
cosechar legumbres, tubérculos y comestibles similares para
nuestro consumo pero se nos prohibió el contacto con
animales de crianza y a todo aquél que intentaba escapar lo
devoraban sin piedad. Meses después nos agruparon por
género y fue la última vez que vi a mis amigos pues me
trajeron a esta ciudad en la que solamente habitan mujeres,
nunca encontré ni supe nada acerca de la suerte de mi
familia.
>>Seguimos trabajando para ellos porque todo lo que se nos
permitía hacer hasta hace poco era sembrar sus semillas y
nuestro propio alimento, se supone que todos somos
vegetarianos, aparte de los insectos y las aves no hemos
visto más animales, sospechamos que los ubicaron en otra
zona pero quién sabe, tampoco quedan árboles, creemos
que tratan de adaptar la tierra a sus necesidades. Casi nadie
puede salir de la ciudad sin perder la vida. Hace diez años
una mujer llamada Gloria y la doctora Aurora formaron una
resistencia y desde entonces buscamos la manera de
escapar, mantenemos contacto con otros grupos de lucha
por medio de mensajes cifrados que colocamos en las
fronteras pues no hemos encontrado una mejor forma de
comunicarnos, las consecuencias de estas excursiones han
sido devastadoras pero somos conscientes de que la libertad
exige grandes sacrificios antes de ser conquistada.
-¿Tampoco hay niños? –cuestionó Abigaíl quien no recordaba
haber visto a alguno.
- No –respondió Elia con tristeza. Ni niños ni ancianos ni
hombres, sólo mujeres, ninguna mayor de cincuenta y cinco
años. Es la esperanza de vida a la que nos redujeron.
-Y tú, ¿cómo has logrado sobrevivir? –interrogó Abigaíl al
muchacho.
-Mi historia es un tanto extraña –dijo el joven. Desperté en
una casa con vista al mar sin saber quién era ni qué había
hecho antes de eso. Tenía comida, agua, entretenimiento y
una agradable sensación de bienestar pero al cabo de unos
meses el encierro se tornó insoportable, necesitaba aire,
sentía que no podía respirar y me estaba volviendo
paranoico, escuchaba ruidos en las habitaciones contiguas;
dos o tres veces, en la noche, creí ver a alguien detrás de las
ventanas observándome y por más que intenté y me esforcé,
nunca pude abrir la puerta o alguna de las ventanas, así que
supe que debía salir de ahí cuanto antes, preparé las
provisiones que creí necesarias y rompí el piso de la cocina,
justo donde se empotraba el desagüe, lo cual me mostró un
pasillo subterráneo que decidí atravesar. Estuve una o dos
horas dentro de esa alcantarilla y al salir me encontré en un
desierto, supuse que la playa estaría cerca al ver tanta arena
pero tras una agotadora caminata me di cuenta de lo
equivocado que estaba, en ese sitio no había absolutamente
nada. Me pasé días enteros recorriendo cientos de
kilómetros y terminé completamente desorientado,
exhausto y deshidratado cuando al fin vislumbré una
cordillera, me dirigí a ella temiendo que fuera una
alucinación pero mi miedo se esfumó al tocar la firme roca,
inmediatamente escalé sintiendo escapar mis últimas
fuerzas hasta alcanzar la cima y ahí pude observar el vasto
mar que se pronunciaba en un suave oleaje. Descendí tan
rápido como me fue posible y me tendí sobre la húmeda
arena dejándome vencer por el cansancio que me hundió en
un profundo sueño; después de reposar lo suficiente busqué
un medio de transporte resistente al agua y lo único que
pude hallar fueron pedazos de troncos, los uní con hierbajos
diseminados en las cercanías y obtuve un remedo de balsa.
Sabía que tenía muy pocas probabilidades de sobrevivir a tan
arriesgada excursión, sin embargo, las posibilidades de
mantenerme con vida en aquel solitario lugar eran
igualmente nulas, así que tomé lo poco que quedaba de mis
provisiones y me sumergí en el refrescante burbujeo del mar
con la tosca barcaza impulsada por el viento y la marea. Tras
un breve periodo de tiempo perdí de vista la costa y miles de
estrellas iluminaron la noche.
>>La travesía era pesada, me sentía muy cansado, notaba
severas quemaduras en la espalda y los hombros y mis
reservas de alimento y agua se habían agotado, estaba
derrotado, no sabía cómo resolver la situación ni a dónde
debía dirigirme en tan vasto territorio, el viento rugía con
fuerza, las aguas se agitaron ferozmente y gruesas nubes
ocultaron el sol bajo tremendos relámpagos; la tormenta
que siguió no apaciguó mis temores aun cuando me resigné
a la idea de morir en sus brazos, la densidad del océano
aplastaba mi deteriorado cuerpo, en más de una ocasión me
sumergió en sus profundidades permitiéndome apenas
tomar irregulares bocanadas de aire, destruyó mi
improvisado bote y, contrariando mis expectativas, al pasar
la tempestad también se encargó de mantenerme a flote. Así
pues, estaba perdido en medio del mar atlántico, a punto de
desfallecer y sin esperanza alguna cuando sorpresivamente
golpeé un objeto metálico, ¡una gran cadena proveniente de
un barco!, experimenté tal conmoción que estuve a punto de
dejarlo pasar pero por fortuna un tripulante me vio y pidió
ayuda para socorrerme, me lanzaron un salvavidas y una
escalera, subí aprisa, ya casi sin aliento y fui recibido por un
corro de mujeres en uniforme militar tan sorprendidas como
yo de ver a otra gente. Atendieron mi estado de salud y me
explicaron la situación a grandes rasgos: combatían una
invasión extraterrestre en la cual iban perdiendo terreno
rápidamente, al parecer yo era un descubrimiento
impresionante, debían mantenerme a salvo y me
transportaron a la costa más cercana. Cuando me recuperé
un poco me interrogaron e intentaron rastrear mi ubicación
en el desierto, fue inútil, no encontramos nada y mi relato
era de poca ayuda así que de ahí viajamos hasta esta ciudad,
la cual se decidió que sería el mejor escondite, y me uní a
estas valientes chicas –concluyó Bruno dirigiendo un gesto
de complicidad a Elia.
-Ves por qué te dije que tenías que hablar con él- aseveró
Elia.
-Y tenías razón. Nuestra historia es muy parecida, yo también
estuve en esa casa y sabía que no estaba completamente
sola, tampoco recuerdo quién soy ni de dónde provengo;
nada, ni una lejana memoria, y sin embargo, tengo
conocimiento de lo que es el mundo y todo lo que hay en él,
como si hubiera estado observándolo pacientemente, desde
afuera –reflexionó Abigaíl.
-Un asunto muy extraño –concedió Elia. Son las únicas
personas que conozco que han hablado de esa casa y ambos
carecen de memoria. Por su aspecto diría que tienen la
misma edad que yo, eso significa que deberían saber qué
pasó exactamente cuando la Tierra fue invadida, pero no es
así.
-Me temo que no es ninguna coincidencia y si nosotros
hemos emergido de ellas seguramente habrá otros en la
misma situación –sentenció Abigaíl, conteniendo el
profundo enojo que le provocaba haber sido despojada de
todo lo que daba sentido a una vida.
-La similitud de las condiciones en que nos encontrábamos
también deben decirnos algo. Posiblemente los Vespas
estaban estudiándonos y la casa era un laboratorio –sugirió
el chico. ¿Pero dónde estarán ubicadas y cuántas habrá?
-Quizá nunca lo sabremos, hasta el día de ayer pensábamos
que sólo tú provenías de ese lugar –contestó Elia. Nadie sabe
dónde están los demás hombres ni a dónde los llevaron o si
siquiera siguen vivos, el primer indicio se obtuvo hace más
de seis años, al rescatarte, pero estamos en desventaja y es
muy difícil y peligroso moverse a otros territorios. Mucha
gente ha muerto en esa búsqueda.
>>Cuando aún colaborábamos con los Vespas en las
plantaciones, la gente debía tener suma precaución a la vista
de los extraterrestres pues eran incompatibles con la mente
humana y por lo tanto irracionales; mantenían estrictos
controles en los sembradíos y en el cuidado de la tierra,
cualquier intento de boicot o el más mínimo signo de
desobediencia desencadenaba su furia y el castigo era
siempre la pena de muerte mediante métodos brutales y
sangrientos, además, muchos de ellos presentaban un
comportamiento violento totalmente impredecible que le
recordaba a la comunidad entera lo dañinos y peligrosos que
eran.
Abigaíl había anhelado conseguir respuestas por largo
tiempo, pero no fue hasta que realmente estuvo fuera de esa
habitación, en la que confeccionó su mundo entero, que
comprendió las verdaderas incógnitas que había de resolver
y los desafíos a vencer.
De acuerdo con la versión de Elia, la situación había llegado a
un punto de relativa calma gracias a la capacidad de
adaptación propia del ser humano. Las mujeres
sobrevivientes trabajaban arduamente para conservar la
vida y procuraban no ser presa fácil de ninguna bestia alada
mientras realizaban arriesgadas misiones que ellas mismas
se asignaban en la búsqueda incansable por la
independencia de la humanidad. La necesidad de liberarse
del yugo alienígena era el pilar que mantenía en
funcionamiento el campamento y la urgencia de alcanzar
esta meta fortalecía los lazos de unión generados al paso de
esos años en lo que antaño había sido llamado Siberia. Se
sabía que al cumplirse el objetivo de los Vespas de crear un
ambiente óptimo para su especie sobrevendría
inminentemente la destrucción de la nuestra y no debía
faltar mucho para conseguirlo, pues miles de mujeres habían
trabajado en ello durante más de diez años.
-Hemos asistido a los usurpadores a levantar un nuevo
ecosistema en el que la especie humana no está
contemplada. Basta con echar una ojeada alrededor para
advertir que hay enormes diferencias entre la Tierra que se
conocía en la era del Internet y la más sofisticada tecnología
y la que existe ahora que cohabitamos con Ellos; lo primero
que exterminaron fueron los árboles, desconocemos la
razón, después se dejaron de ver ciertas flores como los
tulipanes, las margaritas y los girasoles, más tarde
desaparecieron los niños y finalmente los hombres. Cada día
que se aleja es un paso adelante para Ellos y la proximidad
de nuestro certero exterminio. Avanzamos a ciegas porque
no hay forma de comunicarnos con su especie, carecen de
lenguaje y desde el inicio han mantenido una actitud hostil
que no da pie al diálogo y mucho menos a reconciliacionesaseveró
Bruno.
-Queda claro que el planeta está en mejores condiciones
desde su reinado pues se han esmerado en reconstruir –
aunque a costa de nuestra libertad y despojándonos de todo
derecho humano- este nuevo hábitat que incluye toda forma
de vida excepto la nuestra. Hay quienes aseguran que hay
espacio suficiente para ambas especies e incluso consideran
posible una sana convivencia, sin embargo se trata de una
minoría que no atiende a la experiencia vivida en los últimos
dieciséis años. No existen indicios de que alguna vez hayan
mostrado una pizca de bondad, misericordia o justicia y es
sencillamente porque nuestros razonamientos son
incomprensibles para el otro y por lo tanto incompatibles.
El ataque había terminado, era hora de partir. Debían
contactar a las sobrevivientes y establecer un nuevo refugio,
para ello sería necesario localizar algunos de los pasajes
subterráneos que durante años habían venido construyendo
como medida de escape y evitar en lo posible salir a la
superficie.
Fortaleza
El frío de la madrugada azotaba su feroz aliento sobre los
caminantes y los hacía titilar sin control. Suaves gotas de
rocío se posaban sobre sus cabellos y humedecían el exterior
de sus ropas conforme atravesaban la gruesa cortina de
niebla que los ocultaba de los ojos asesinos que acechaban
desde las alturas. Elia se encargaría de conducirlos por la
ciudad a través de las rutas menos accesibles a los Vespas
hasta llegar a los lindes del bosque en donde quizá pudiesen
recolectar leña para la noche y enseguida refugiarse en
algún búnker.
Avanzaron cautelosamente y en completo silencio pues se
sabía que uno de los sentidos más sofisticados de los Vespas
era el oído y podían detectarlos fácilmente si se descuidaban
ya que alcanzaban a percibir sonidos a cincuenta metros de
distancia por lo que a estas horas que no había ajetreo serían
más vulnerables.
Atravesaron el lado oriente de la ciudad sin ningún
inconveniente pero no pudieron contactar a nadie porque
simultáneos ataques comenzaron en ese momento y
tuvieron que usar las antiguas instalaciones del metro para
refugiarse. Muchas mujeres huían y había muchas heridas. La
superficie era un verdadero caos y diversos puntos de
reunión habían sido masacrados; en el subterráneo también
se veían daños evidentes y muchas rutas estaban totalmente
bloqueadas por los escombros así que se vieron obligados a
continuar por las vías del tren y escapar así de los ojos
asesinos. Una mujer alta y rubia llegó a su encuentro y les
informó que todos debían dirigirse a la costa, los Vespas
estaban acabando con la ciudad y no había forma de
detenerlos, estaban exterminando la vida humana.
-¡Sigan la ruta hacia *buscar una costa de Siberia*, es la línea
amarilla!- gritó antes de desaparecer en la oscuridad del
túnel.
Los tres amigos querían preguntarle más detalles sobre la
situación pero la chica sólo se detuvo un momento y corrió a
buscar a más sobrevivientes para indicarles el camino. Elia y
Bruno sabían muy bien que el metro no llegaba hasta la
costa, sin embargo siguieron las instrucciones de la mujer y
continuaron sobre las vías alrededor de tres horas más hasta
llegar a la terminal de la línea amarilla donde hallaron a un
reducido número de mujeres atravesando uno de los muros
del túnel; entre ellas, Bruno pudo reconocer a Sandra, una
francesa que ayudaba a la doctora Bolaños con la
organización del lugar desde hacía varios años.
-Hey Sandra, ¿adónde se dirigen?, ¿sabes cómo va todo allá
afuera?- la detuvo el joven para interrogarla.
-¡Chicos, qué sorpresa! Y con un ligero movimiento de cabeza
y la mirada gacha dijo: afuera es un cementerio, ya no queda
nada ni nadie. Pensamos que podrían llegar más compañeras
pero han venido muy pocas y no creo que lleguen muchas
más. Sabían que nos refugiaríamos bajo tierra y destruyeron
casi todos nuestros refugios y también nuestras salidas de
escape. Arriba es un infierno.
-¿Y qué vamos a hacer entonces?- preguntó Elia con evidente
consternación.
-Seguir avanzando- contestó Sandra. La fortaleza fue
terminada hace dos noches, estábamos haciendo los
preparativos para instalarnos ahí pero los malditos Vespas
atacaron primero.
-¿De verdad está terminada?- dijo Elia con incredulidad, pues
a pesar de haber visto los avances durante todo este tiempo
no podía creer que hubiesen concluido su obra más
importante, su nuevo hogar, lejos del alcance de las bestias.
-Es algo increíble, ya lo verás. Era una estación militar
submarina que hemos rehabilitado y expandido- le informó
Bruno a Abigaíl con una gran sonrisa y fueron tras el grupo
de mujeres.
A pesar de andar bajo tierra el clima aún era inclemente y se
empecinaba en humedecerles la ropa y entorpecer sus
músculos, el cansancio también se hacía presente y la
ansiedad acumulada les irritaba cada vez más.
-¿Y los alienígenas nunca han atacado a esta profundidad?-
inquirió Abigaíl.
-Sí, ya ha pasado, en realidad han sido raras veces pero no
sabemos de nada que les impida venir y matarnos aquí abajo
excepto que no suelen permanecer más de diez minutos en
áreas tan profundas y esa es la única pista que hemos
obtenido que nos hace pensar en una posible incapacidad de
su parte- apuntó Sandra.
-Vivir bajo la superficie ha sido nuestra mejor arma hasta el
momento- agregó Elia.
Epílogo
Iniciaron otra vez una larga odisea y se dirigieron al sudoeste
por las viejas rutas clausuradas del sistema ferroviario.
Tenían pocos víveres y la tempestad del clima los agobiaba.
Muy pronto debieron buscar refugio al interior de los
desvencijados vagones, encendieron una débil fogata y
durmieron. A la mañana siguiente encontraron enormes
rocas obstruyendo el camino por lo que debieron abandonar
la seguridad del túnel y salieron por uno de los ductos de
ventilación, descendieron por una ladera montañosa y
atravesaron un gran valle sin vislumbrar rastro alguno de un
solo extraterrestre. En cinco días de agotadoras jornadas
habían logrado llegar al cauce de un río cristalino y fresco
que por su fuerte corriente evitaba el congelamiento y los
impulsaría a la inmensidad del mar.
-Por aquí cerca debe haber algunas balsas escondidas –dijo
una de las mujeres viendo reflejar sus azules ojos en la
nitidez del agua.
Hallaron una a pocos metros de la orilla y con ella se
internaron en la fría corriente. Atravesaron un antiguo
poblado de pintorescas casitas con tejas descoloridas entre
las cuales se alzaba una gran torre con una cúpula en la cima.
Abigaíl guardó en su memoria la imagen de aquella ciudad
ancestral y bucólica, no podía evitar preguntarse si algún día
volvería a ser habitable y si podrían borrarse las huellas de la
destrucción infringida por la raza alienígena.
Muchos días y noches transcurrieron para alcanzar la
desembocadura hacia el mar, sabían que aún les esperaban
jornadas difíciles y sin embargo sus corazones se alegraron,
pues cada paso que daban los acercaba a su destino.
-Debemos hallar una isla pronto, estén atentos por si ven
alguna bolla –informó una de las mujeres que remaban con
más fuerza.
-¡La veo! –gritó Itzy con alegría después de una media hora
señalando con impaciencia un puntito naranja que asomaba
en el horizonte.
Una frondosa isla aparecía ante sus ojos y todos festejaron
con risas de alivio y sus cansados cuerpos se reanimaron
para dar el último esfuerzo. La isla tenía una longitud
considerable, enormes palmeras formaban una muralla que
acordonaba una vasta vegetación; la suave arena y el cálido
viento reconfortaron a los viajeros entumecidos que pronto
olvidaron el duro invierno de días atrás. Se internaron en el
paisaje selvático de la playa y subieron por una escarpada
montaña donde los recibieron dos vigías,
-Bienvenidos –saludó una mujer alta y morena. Han llegado a
la tierra de los sobrevivientes.
-Por fin -musitaron Elia y Sandra al unísono con un suspiro de
alivio. No podían creer que hubiesen llegado tan lejos y
estaban agradecidas.
-¿Son los únicos sobrevivientes o dejaron a más gente atrás?
–cuestionó una de las guardianas con tono afable.
-Hasta donde sabemos algunas de nuestras compañeras
podrían haber regresado al campamento del que salimos, en
Siberia. Tuvimos que dejarlo para venir aquí –señaló Bruno.
-Los campamentos fueron destruidos. Los Vespas arrasaron
con todo y creemos que hay muy pocos sobrevivientes. Mi
grupo llevaba años buscando a otros supervivientes, sólo
nos fue posible encontrar este lugar gracias al esmero de
valientes mujeres que sacrificaron su vida para hallarlo –
informó la vigía de más edad.
Incapaces de articular palabra alguna, los jóvenes sólo
pudieron imaginar el destino de sus compañeras en el
campamento y sus pensamientos se unieron en el recuerdo
de la doctora Aurora y la compañía que habían dejado atrás.
-Será mejor que entren y se pongan al corriente de todo –
sugirió la chica de cabello corto, rubio y rizado, de ojos
almendrados. Mi nombre es Mary, los acompañaré con la
profesora Delia, ella les explicará la situación y el
funcionamiento de nuestra guarida. Por favor vengan
conmigo.
Escondido al interior de la montaña se hallaba un amplio
túnel de rieles; un hermoso y extraño tren rojo esperaba por
ellos.
-Pónganse cómodos, les traeré algo de beber.
Los siete jóvenes se acomodaron alegres en uno de los
cubículos del lujoso tren, estaban famélicos y una vez más
quedaron impresionados al encontrarse en condiciones tan
favorables e inesperadas; las noticias de los ataques Vespas
eran sin duda un duro golpe pero por primera vez parecía
que habían hallado un verdadero refugio. Comieron hasta
saciarse y se dejaron maravillar con el hermoso paisaje tras
las gruesas ventanas que mostraban el fondo del mar y la
vida acuática que ahí pululaba.
-Nos ha sido imposible perdurar en la tierra desde que
llegaron los extraterrestres, así que algunas mujeres fueron
construyendo un refugio impenetrable para ellos y esto fue
lo que consiguieron –comentó la joven de ojos almendrados.
>>Ahora trabajaremos juntos en la construcción de esta
estación submarina y seguiremos buscando más
asentamientos de sobrevivientes.
-¿Y ningún Vespa los ha ubicado desde que llegaron? –
inquirió Itzy.
-Por el momento no contamos con los medios suficientes
para asegurarlo pero hasta ahora todo indica que se han
replegado a sus guaridas, quizá piensen que no quedan
sobrevivientes. Esta semana pudimos observar muchas de
sus naves partiendo pero no sabemos nada más –contestó
Mary.
-¡Una ciudad submarina! –confirmó Abigaíl bastante
impresionada. Estaba maravillada con el paisaje marino;
desde que llegara a la ciudad no había observado ni un solo
animal y los únicos especímenes que conocía estaban en las
páginas de sus libros, verlos en movimiento y en su hábitat
natural le pareció una experiencia inigualable.
El tren se sumergía en las profundidades del océano con una
rapidez inusitada y la luz solar tuvo que ser sustituida por
lámparas fluorescentes. Al cabo de unos minutos el tren se
detuvo y salieron a una reducida cámara donde una diáfana
luz les daba la bienvenida a su nuevo hogar y para Abigaíl fue
como un flash back a su primer amanecer, aunque esta vez
sabía que estaría lista para cuando aquellos seres regresaran
para terminar lo que iniciaron.
FIN
Atravesaron el umbral de una oxidada puerta verde y se
internaron en un laberinto de improvisadas habitaciones con
reducidos grupos de mujeres indiferentes a su presencia;
avanzaron torpemente entre apolillados muebles, baratijas,
trastos y otros objetos inservibles, Abigaíl miraba el
asfixiante panorama y se preguntaba cómo habría sido la
vida de antes y si estas personas también habían despertado
en una solitaria casa en medio de una playa. Un suave roce
en el brazo la hizo salir de su ensimismamiento para dirigirla
a una obscura y mugrienta habitación en donde le invitaron a
tomar asiento
-Me llamo Elia –se presentó la chica que la había llevado
hasta ahí. Estaba igual de sucia que todo lo demás, sin
embargo su piel era clara, llevaba el cabello negro por
encima de los hombros e iba ataviada con grises ropas que
se rasgaban en los codos y las rodillas; se le notaba una
expresión cansada que desdibujaba la tenue sonrisa que le
dirigía. Tenía una fina nariz y hermosos ojos castaños.
-Mi nombre es Abigaíl –dijo ésta.
-Él es Bruno –indicó Elia. Y el hombre de cabello castaño y
aspecto taciturno les ofreció una jarra con fresca agua y una
porción de sardina enlatada que engulleron con satisfacción.
Abigaíl creyó haber visto sólo mujeres en el túnel, pero en
cuanto vio a este hombre tan sólo pensó que probablemente
estuvieran separados por razones de comodidad, pero antes
de que pudiera decir nada se oyeron gritos e histéricas voces
irrumpieron pidiendo auxilio. Estaban atacando el refugio y
todas corrían desesperadas tratando de ocultarse de las
bestias para salvar sus vidas.
-Elia, rápido, toma lo que puedas y vámonos –ordenó Bruno.
Ambos giraron bruscamente hacia un pequeño gabinete
ubicado al centro de la estancia de donde extrajeron agua
embotellada, comida enlatada, una gruesa manta y con
tembloroso tacto acomodaron todo al interior de una vieja
mochila; después, Elia tomó dos navajas y se las tendió a la
nueva huésped indicándole que la siguiera y velozmente
atravesaron los desvencijados pasillos hasta dar con un
zaguán negro tras el cual yacían, sobre improvisadas
camillas, cuatro mujeres malheridas a las que otras
sobrevivientes habían aplicado torniquetes para evitar que
se desangraran pero que ante el inminente ataque dejaron
atrás. Los tres jóvenes siguieron corriendo hasta conseguir
llegar a una vieja casona en donde se escondieron dentro del
sótano; permanecieron muy juntos y callados, Elia y Bruno
temblaban igual que Abigaíl a pesar de contar con mayor
experiencia lidiando con estos asuntos. Afuera se
escuchaban, ya lejanos, los gritos y zumbidos de los
combatientes. Al parecer, este tipo de ataques eran
frecuentes, según le explicaron más tarde a Abigaíl.
- Habrá que buscar otro refugio- exclamó Elia.
-¿Adónde iremos?- cuestionó Abigaíl con sumo interés.
-Aún no sabemos las coordenadas, más tarde nos las dará la
doctora Bolaños, ella es la líder de la resistencia de esta
zona. -mencionó la joven de ojos castaños.
-Los Vespas son seres muy inestables, pero lo que pasó hace
un momento se ha intensificado en los últimos meses, así
que debemos tener extremo cuidado cuando nos movamos y
definitivamente no podemos permanecer por mucho tiempo
en un mismo sitio, pues tarde o temprano nos encontraríanindicó
Bruno.
-Mmm… ¿Y dónde están los demás hombres?, ¿acaso viven
separados de las mujeres?- preguntó con cierta curiosidad.
-Me temo que seré el único que verás- puntualizó el joven.
Nadie, en más de quince años, ha vuelto a ver a otro hombre.
-El mejor y único ejemplar de la especie –bromeó Elia.
-Pero…¿cómo es eso posible? –inquirió Abigaíl con seriedad.
-Pfff es una larga historia, incompleta siempre en sus
diferentes versiones y con un capítulo inédito añadido por
cada nuevo integrante –confesó Elia. Para mi –continuó al
tiempo que alcanzaba una botellita de agua a cada uno- todo
comenzó hace dieciséis años cuando salía de la escuela con
varios amigos, estaba en la preparatoria y caminaba cinco
cuadras para llegar a mi casa, eran las tres de la tarde, el
calor era insoportable y recuerdo que me ardía la garganta.
Unos días antes habían anunciado que un eclipse solar
tendría lugar esa tarde y decidimos verlo desde mi casa pues
era la más próxima, se suponía que no duraría más de quince
minutos, pero con todo lo que pasó después, la obscuridad
se prolongó por seis días.
>>Entramos a la casa, dejamos las mochilas en la sala,
servimos algunas botanas y aprovechamos la ausencia de
mis padres para probar su extensa variedad de licores y
vinos -y una pícara expresión apenas se dibujó en sus labios-.
Llegó la hora del eclipse y subimos a la terraza con los
correspondientes lentes para admirar a nuestros más
grandes astros y poco a poco quedamos envueltos en la
penumbra, el espectáculo fue asombroso; pasados los diez o
quince minutos esperados se escucharon terribles
estruendos, pensamos que se trataba de alguna explosión
cercana en una gasolinera o supermercado pero el ruido
avanzó sobre nosotros y sin saber qué más hacer corrimos a
resguardarnos en el piso de abajo; teníamos mucho miedo e
ignorábamos qué estaba pasando así que intenté llamar por
teléfono a mis padres y descubrí que no había línea, otros
probaron con sus propios teléfonos y corrieron con la misma
suerte, habían interrumpido todos los canales de
comunicación. Asustados e incapaces de pensar en nada
esperamos durante horas con la esperanza de recibir la luz
del sol anunciando el desenlace de nuestras preocupaciones,
en lugar de ello, un estentóreo zumbido atravesó el cielo
desatando el caos y a partir de ahí sólo recuerdo gritos y
llanto, no sé cómo ni por qué me encontré corriendo en la
calle con algunos de mis amigos que gritaban y se jalaban
unos a otros en diferentes direcciones, fue entonces cuando
los vi por primera vez, estaban a unos metros de distancia,
entre autos destrozados y miles de piezas de vidrio,
despedazando un cuerpo sobre la acera, y como si acabara
de despertar tomé conciencia de mi propia existencia, me
aferré con fuerza a un delgado brazo que se encontraba a mi
derecha y del lado contrario, una mano de gruesos dedos
hizo que nos lanzáramos en desbandada hacia la multitud
enloquecida. Había incendios por todas partes, muchas
calles estaban bloqueadas por autos o edificaciones
derrumbadas, la gente corría desesperada, se escuchaban
disparos, explosiones y un zumbido incesante. Los servicios
médicos colapsaron antes de 24 horas, había demasiados
heridos y ningún lugar era seguro.
>>Pasamos varios días escondidos en una bodega de
muebles junto con numerosas familias y demás grupos de
personas, los niños estaban hambrientos e inquietos pero
teníamos miedo de salir, aún estaba obscuro y no
entendíamos qué había pasado, todos estaban tan
impactados y confundidos como yo. Una noche descubrieron
nuestro escondite, creímos que nos matarían, todos estaban
aterrorizados, entonces se produjo una pelea y nos
redujeron a un centenar, hubo quienes lograron escapar en
medio de la trifulca, los demás esperábamos, acorralados, la
inminente muerte, en vez de eso nos condujeron a un hangar
totalmente aislado en donde la temperatura descendía por
debajo de los cero grados; cada día se presentaban grupos
de sobrevivientes capturados en diversas regiones del
mundo; como es lógico, el lugar rebasó su máxima capacidad
rápidamente y la falta de higiene se elevó en la misma
proporción pero conseguimos acomodamos de la mejor
manera posible y nos las arreglamos con el escaso alimento
que nos proporcionaban las bestias, no obstante, mucha
gente enfermó y comenzaron los decesos, principalmente de
los niños, quienes no fueron capaces de sobrevivir ante tales
circunstancias adversas.
>>Jamás se nos informó de nada, todos los días nos
obligaban a tomar muestras de sangre entre nosotros,
después debíamos destruir libros, desmantelar aparatos
electrónicos, plantar semillas y hortalizas; se nos permitía
cosechar legumbres, tubérculos y comestibles similares para
nuestro consumo pero se nos prohibió el contacto con
animales de crianza y a todo aquél que intentaba escapar lo
devoraban sin piedad. Meses después nos agruparon por
género y fue la última vez que vi a mis amigos pues me
trajeron a esta ciudad en la que solamente habitan mujeres,
nunca encontré ni supe nada acerca de la suerte de mi
familia.
>>Seguimos trabajando para ellos porque todo lo que se nos
permitía hacer hasta hace poco era sembrar sus semillas y
nuestro propio alimento, se supone que todos somos
vegetarianos, aparte de los insectos y las aves no hemos
visto más animales, sospechamos que los ubicaron en otra
zona pero quién sabe, tampoco quedan árboles, creemos
que tratan de adaptar la tierra a sus necesidades. Casi nadie
puede salir de la ciudad sin perder la vida. Hace diez años
una mujer llamada Gloria y la doctora Aurora formaron una
resistencia y desde entonces buscamos la manera de
escapar, mantenemos contacto con otros grupos de lucha
por medio de mensajes cifrados que colocamos en las
fronteras pues no hemos encontrado una mejor forma de
comunicarnos, las consecuencias de estas excursiones han
sido devastadoras pero somos conscientes de que la libertad
exige grandes sacrificios antes de ser conquistada.
-¿Tampoco hay niños? –cuestionó Abigaíl quien no recordaba
haber visto a alguno.
- No –respondió Elia con tristeza. Ni niños ni ancianos ni
hombres, sólo mujeres, ninguna mayor de cincuenta y cinco
años. Es la esperanza de vida a la que nos redujeron.
-Y tú, ¿cómo has logrado sobrevivir? –interrogó Abigaíl al
muchacho.
-Mi historia es un tanto extraña –dijo el joven. Desperté en
una casa con vista al mar sin saber quién era ni qué había
hecho antes de eso. Tenía comida, agua, entretenimiento y
una agradable sensación de bienestar pero al cabo de unos
meses el encierro se tornó insoportable, necesitaba aire,
sentía que no podía respirar y me estaba volviendo
paranoico, escuchaba ruidos en las habitaciones contiguas;
dos o tres veces, en la noche, creí ver a alguien detrás de las
ventanas observándome y por más que intenté y me esforcé,
nunca pude abrir la puerta o alguna de las ventanas, así que
supe que debía salir de ahí cuanto antes, preparé las
provisiones que creí necesarias y rompí el piso de la cocina,
justo donde se empotraba el desagüe, lo cual me mostró un
pasillo subterráneo que decidí atravesar. Estuve una o dos
horas dentro de esa alcantarilla y al salir me encontré en un
desierto, supuse que la playa estaría cerca al ver tanta arena
pero tras una agotadora caminata me di cuenta de lo
equivocado que estaba, en ese sitio no había absolutamente
nada. Me pasé días enteros recorriendo cientos de
kilómetros y terminé completamente desorientado,
exhausto y deshidratado cuando al fin vislumbré una
cordillera, me dirigí a ella temiendo que fuera una
alucinación pero mi miedo se esfumó al tocar la firme roca,
inmediatamente escalé sintiendo escapar mis últimas
fuerzas hasta alcanzar la cima y ahí pude observar el vasto
mar que se pronunciaba en un suave oleaje. Descendí tan
rápido como me fue posible y me tendí sobre la húmeda
arena dejándome vencer por el cansancio que me hundió en
un profundo sueño; después de reposar lo suficiente busqué
un medio de transporte resistente al agua y lo único que
pude hallar fueron pedazos de troncos, los uní con hierbajos
diseminados en las cercanías y obtuve un remedo de balsa.
Sabía que tenía muy pocas probabilidades de sobrevivir a tan
arriesgada excursión, sin embargo, las posibilidades de
mantenerme con vida en aquel solitario lugar eran
igualmente nulas, así que tomé lo poco que quedaba de mis
provisiones y me sumergí en el refrescante burbujeo del mar
con la tosca barcaza impulsada por el viento y la marea. Tras
un breve periodo de tiempo perdí de vista la costa y miles de
estrellas iluminaron la noche.
>>La travesía era pesada, me sentía muy cansado, notaba
severas quemaduras en la espalda y los hombros y mis
reservas de alimento y agua se habían agotado, estaba
derrotado, no sabía cómo resolver la situación ni a dónde
debía dirigirme en tan vasto territorio, el viento rugía con
fuerza, las aguas se agitaron ferozmente y gruesas nubes
ocultaron el sol bajo tremendos relámpagos; la tormenta
que siguió no apaciguó mis temores aun cuando me resigné
a la idea de morir en sus brazos, la densidad del océano
aplastaba mi deteriorado cuerpo, en más de una ocasión me
sumergió en sus profundidades permitiéndome apenas
tomar irregulares bocanadas de aire, destruyó mi
improvisado bote y, contrariando mis expectativas, al pasar
la tempestad también se encargó de mantenerme a flote. Así
pues, estaba perdido en medio del mar atlántico, a punto de
desfallecer y sin esperanza alguna cuando sorpresivamente
golpeé un objeto metálico, ¡una gran cadena proveniente de
un barco!, experimenté tal conmoción que estuve a punto de
dejarlo pasar pero por fortuna un tripulante me vio y pidió
ayuda para socorrerme, me lanzaron un salvavidas y una
escalera, subí aprisa, ya casi sin aliento y fui recibido por un
corro de mujeres en uniforme militar tan sorprendidas como
yo de ver a otra gente. Atendieron mi estado de salud y me
explicaron la situación a grandes rasgos: combatían una
invasión extraterrestre en la cual iban perdiendo terreno
rápidamente, al parecer yo era un descubrimiento
impresionante, debían mantenerme a salvo y me
transportaron a la costa más cercana. Cuando me recuperé
un poco me interrogaron e intentaron rastrear mi ubicación
en el desierto, fue inútil, no encontramos nada y mi relato
era de poca ayuda así que de ahí viajamos hasta esta ciudad,
la cual se decidió que sería el mejor escondite, y me uní a
estas valientes chicas –concluyó Bruno dirigiendo un gesto
de complicidad a Elia.
-Ves por qué te dije que tenías que hablar con él- aseveró
Elia.
-Y tenías razón. Nuestra historia es muy parecida, yo también
estuve en esa casa y sabía que no estaba completamente
sola, tampoco recuerdo quién soy ni de dónde provengo;
nada, ni una lejana memoria, y sin embargo, tengo
conocimiento de lo que es el mundo y todo lo que hay en él,
como si hubiera estado observándolo pacientemente, desde
afuera –reflexionó Abigaíl.
-Un asunto muy extraño –concedió Elia. Son las únicas
personas que conozco que han hablado de esa casa y ambos
carecen de memoria. Por su aspecto diría que tienen la
misma edad que yo, eso significa que deberían saber qué
pasó exactamente cuando la Tierra fue invadida, pero no es
así.
-Me temo que no es ninguna coincidencia y si nosotros
hemos emergido de ellas seguramente habrá otros en la
misma situación –sentenció Abigaíl, conteniendo el
profundo enojo que le provocaba haber sido despojada de
todo lo que daba sentido a una vida.
-La similitud de las condiciones en que nos encontrábamos
también deben decirnos algo. Posiblemente los Vespas
estaban estudiándonos y la casa era un laboratorio –sugirió
el chico. ¿Pero dónde estarán ubicadas y cuántas habrá?
-Quizá nunca lo sabremos, hasta el día de ayer pensábamos
que sólo tú provenías de ese lugar –contestó Elia. Nadie sabe
dónde están los demás hombres ni a dónde los llevaron o si
siquiera siguen vivos, el primer indicio se obtuvo hace más
de seis años, al rescatarte, pero estamos en desventaja y es
muy difícil y peligroso moverse a otros territorios. Mucha
gente ha muerto en esa búsqueda.
>>Cuando aún colaborábamos con los Vespas en las
plantaciones, la gente debía tener suma precaución a la vista
de los extraterrestres pues eran incompatibles con la mente
humana y por lo tanto irracionales; mantenían estrictos
controles en los sembradíos y en el cuidado de la tierra,
cualquier intento de boicot o el más mínimo signo de
desobediencia desencadenaba su furia y el castigo era
siempre la pena de muerte mediante métodos brutales y
sangrientos, además, muchos de ellos presentaban un
comportamiento violento totalmente impredecible que le
recordaba a la comunidad entera lo dañinos y peligrosos que
eran.
Abigaíl había anhelado conseguir respuestas por largo
tiempo, pero no fue hasta que realmente estuvo fuera de esa
habitación, en la que confeccionó su mundo entero, que
comprendió las verdaderas incógnitas que había de resolver
y los desafíos a vencer.
De acuerdo con la versión de Elia, la situación había llegado a
un punto de relativa calma gracias a la capacidad de
adaptación propia del ser humano. Las mujeres
sobrevivientes trabajaban arduamente para conservar la
vida y procuraban no ser presa fácil de ninguna bestia alada
mientras realizaban arriesgadas misiones que ellas mismas
se asignaban en la búsqueda incansable por la
independencia de la humanidad. La necesidad de liberarse
del yugo alienígena era el pilar que mantenía en
funcionamiento el campamento y la urgencia de alcanzar
esta meta fortalecía los lazos de unión generados al paso de
esos años en lo que antaño había sido llamado Siberia. Se
sabía que al cumplirse el objetivo de los Vespas de crear un
ambiente óptimo para su especie sobrevendría
inminentemente la destrucción de la nuestra y no debía
faltar mucho para conseguirlo, pues miles de mujeres habían
trabajado en ello durante más de diez años.
-Hemos asistido a los usurpadores a levantar un nuevo
ecosistema en el que la especie humana no está
contemplada. Basta con echar una ojeada alrededor para
advertir que hay enormes diferencias entre la Tierra que se
conocía en la era del Internet y la más sofisticada tecnología
y la que existe ahora que cohabitamos con Ellos; lo primero
que exterminaron fueron los árboles, desconocemos la
razón, después se dejaron de ver ciertas flores como los
tulipanes, las margaritas y los girasoles, más tarde
desaparecieron los niños y finalmente los hombres. Cada día
que se aleja es un paso adelante para Ellos y la proximidad
de nuestro certero exterminio. Avanzamos a ciegas porque
no hay forma de comunicarnos con su especie, carecen de
lenguaje y desde el inicio han mantenido una actitud hostil
que no da pie al diálogo y mucho menos a reconciliacionesaseveró
Bruno.
-Queda claro que el planeta está en mejores condiciones
desde su reinado pues se han esmerado en reconstruir –
aunque a costa de nuestra libertad y despojándonos de todo
derecho humano- este nuevo hábitat que incluye toda forma
de vida excepto la nuestra. Hay quienes aseguran que hay
espacio suficiente para ambas especies e incluso consideran
posible una sana convivencia, sin embargo se trata de una
minoría que no atiende a la experiencia vivida en los últimos
dieciséis años. No existen indicios de que alguna vez hayan
mostrado una pizca de bondad, misericordia o justicia y es
sencillamente porque nuestros razonamientos son
incomprensibles para el otro y por lo tanto incompatibles.
El ataque había terminado, era hora de partir. Debían
contactar a las sobrevivientes y establecer un nuevo refugio,
para ello sería necesario localizar algunos de los pasajes
subterráneos que durante años habían venido construyendo
como medida de escape y evitar en lo posible salir a la
superficie.
Fortaleza
El frío de la madrugada azotaba su feroz aliento sobre los
caminantes y los hacía titilar sin control. Suaves gotas de
rocío se posaban sobre sus cabellos y humedecían el exterior
de sus ropas conforme atravesaban la gruesa cortina de
niebla que los ocultaba de los ojos asesinos que acechaban
desde las alturas. Elia se encargaría de conducirlos por la
ciudad a través de las rutas menos accesibles a los Vespas
hasta llegar a los lindes del bosque en donde quizá pudiesen
recolectar leña para la noche y enseguida refugiarse en
algún búnker.
Avanzaron cautelosamente y en completo silencio pues se
sabía que uno de los sentidos más sofisticados de los Vespas
era el oído y podían detectarlos fácilmente si se descuidaban
ya que alcanzaban a percibir sonidos a cincuenta metros de
distancia por lo que a estas horas que no había ajetreo serían
más vulnerables.
Atravesaron el lado oriente de la ciudad sin ningún
inconveniente pero no pudieron contactar a nadie porque
simultáneos ataques comenzaron en ese momento y
tuvieron que usar las antiguas instalaciones del metro para
refugiarse. Muchas mujeres huían y había muchas heridas. La
superficie era un verdadero caos y diversos puntos de
reunión habían sido masacrados; en el subterráneo también
se veían daños evidentes y muchas rutas estaban totalmente
bloqueadas por los escombros así que se vieron obligados a
continuar por las vías del tren y escapar así de los ojos
asesinos. Una mujer alta y rubia llegó a su encuentro y les
informó que todos debían dirigirse a la costa, los Vespas
estaban acabando con la ciudad y no había forma de
detenerlos, estaban exterminando la vida humana.
-¡Sigan la ruta hacia *buscar una costa de Siberia*, es la línea
amarilla!- gritó antes de desaparecer en la oscuridad del
túnel.
Los tres amigos querían preguntarle más detalles sobre la
situación pero la chica sólo se detuvo un momento y corrió a
buscar a más sobrevivientes para indicarles el camino. Elia y
Bruno sabían muy bien que el metro no llegaba hasta la
costa, sin embargo siguieron las instrucciones de la mujer y
continuaron sobre las vías alrededor de tres horas más hasta
llegar a la terminal de la línea amarilla donde hallaron a un
reducido número de mujeres atravesando uno de los muros
del túnel; entre ellas, Bruno pudo reconocer a Sandra, una
francesa que ayudaba a la doctora Bolaños con la
organización del lugar desde hacía varios años.
-Hey Sandra, ¿adónde se dirigen?, ¿sabes cómo va todo allá
afuera?- la detuvo el joven para interrogarla.
-¡Chicos, qué sorpresa! Y con un ligero movimiento de cabeza
y la mirada gacha dijo: afuera es un cementerio, ya no queda
nada ni nadie. Pensamos que podrían llegar más compañeras
pero han venido muy pocas y no creo que lleguen muchas
más. Sabían que nos refugiaríamos bajo tierra y destruyeron
casi todos nuestros refugios y también nuestras salidas de
escape. Arriba es un infierno.
-¿Y qué vamos a hacer entonces?- preguntó Elia con evidente
consternación.
-Seguir avanzando- contestó Sandra. La fortaleza fue
terminada hace dos noches, estábamos haciendo los
preparativos para instalarnos ahí pero los malditos Vespas
atacaron primero.
-¿De verdad está terminada?- dijo Elia con incredulidad, pues
a pesar de haber visto los avances durante todo este tiempo
no podía creer que hubiesen concluido su obra más
importante, su nuevo hogar, lejos del alcance de las bestias.
-Es algo increíble, ya lo verás. Era una estación militar
submarina que hemos rehabilitado y expandido- le informó
Bruno a Abigaíl con una gran sonrisa y fueron tras el grupo
de mujeres.
A pesar de andar bajo tierra el clima aún era inclemente y se
empecinaba en humedecerles la ropa y entorpecer sus
músculos, el cansancio también se hacía presente y la
ansiedad acumulada les irritaba cada vez más.
-¿Y los alienígenas nunca han atacado a esta profundidad?-
inquirió Abigaíl.
-Sí, ya ha pasado, en realidad han sido raras veces pero no
sabemos de nada que les impida venir y matarnos aquí abajo
excepto que no suelen permanecer más de diez minutos en
áreas tan profundas y esa es la única pista que hemos
obtenido que nos hace pensar en una posible incapacidad de
su parte- apuntó Sandra.
-Vivir bajo la superficie ha sido nuestra mejor arma hasta el
momento- agregó Elia.
Epílogo
Iniciaron otra vez una larga odisea y se dirigieron al sudoeste
por las viejas rutas clausuradas del sistema ferroviario.
Tenían pocos víveres y la tempestad del clima los agobiaba.
Muy pronto debieron buscar refugio al interior de los
desvencijados vagones, encendieron una débil fogata y
durmieron. A la mañana siguiente encontraron enormes
rocas obstruyendo el camino por lo que debieron abandonar
la seguridad del túnel y salieron por uno de los ductos de
ventilación, descendieron por una ladera montañosa y
atravesaron un gran valle sin vislumbrar rastro alguno de un
solo extraterrestre. En cinco días de agotadoras jornadas
habían logrado llegar al cauce de un río cristalino y fresco
que por su fuerte corriente evitaba el congelamiento y los
impulsaría a la inmensidad del mar.
-Por aquí cerca debe haber algunas balsas escondidas –dijo
una de las mujeres viendo reflejar sus azules ojos en la
nitidez del agua.
Hallaron una a pocos metros de la orilla y con ella se
internaron en la fría corriente. Atravesaron un antiguo
poblado de pintorescas casitas con tejas descoloridas entre
las cuales se alzaba una gran torre con una cúpula en la cima.
Abigaíl guardó en su memoria la imagen de aquella ciudad
ancestral y bucólica, no podía evitar preguntarse si algún día
volvería a ser habitable y si podrían borrarse las huellas de la
destrucción infringida por la raza alienígena.
Muchos días y noches transcurrieron para alcanzar la
desembocadura hacia el mar, sabían que aún les esperaban
jornadas difíciles y sin embargo sus corazones se alegraron,
pues cada paso que daban los acercaba a su destino.
-Debemos hallar una isla pronto, estén atentos por si ven
alguna bolla –informó una de las mujeres que remaban con
más fuerza.
-¡La veo! –gritó Itzy con alegría después de una media hora
señalando con impaciencia un puntito naranja que asomaba
en el horizonte.
Una frondosa isla aparecía ante sus ojos y todos festejaron
con risas de alivio y sus cansados cuerpos se reanimaron
para dar el último esfuerzo. La isla tenía una longitud
considerable, enormes palmeras formaban una muralla que
acordonaba una vasta vegetación; la suave arena y el cálido
viento reconfortaron a los viajeros entumecidos que pronto
olvidaron el duro invierno de días atrás. Se internaron en el
paisaje selvático de la playa y subieron por una escarpada
montaña donde los recibieron dos vigías,
-Bienvenidos –saludó una mujer alta y morena. Han llegado a
la tierra de los sobrevivientes.
-Por fin -musitaron Elia y Sandra al unísono con un suspiro de
alivio. No podían creer que hubiesen llegado tan lejos y
estaban agradecidas.
-¿Son los únicos sobrevivientes o dejaron a más gente atrás?
–cuestionó una de las guardianas con tono afable.
-Hasta donde sabemos algunas de nuestras compañeras
podrían haber regresado al campamento del que salimos, en
Siberia. Tuvimos que dejarlo para venir aquí –señaló Bruno.
-Los campamentos fueron destruidos. Los Vespas arrasaron
con todo y creemos que hay muy pocos sobrevivientes. Mi
grupo llevaba años buscando a otros supervivientes, sólo
nos fue posible encontrar este lugar gracias al esmero de
valientes mujeres que sacrificaron su vida para hallarlo –
informó la vigía de más edad.
Incapaces de articular palabra alguna, los jóvenes sólo
pudieron imaginar el destino de sus compañeras en el
campamento y sus pensamientos se unieron en el recuerdo
de la doctora Aurora y la compañía que habían dejado atrás.
-Será mejor que entren y se pongan al corriente de todo –
sugirió la chica de cabello corto, rubio y rizado, de ojos
almendrados. Mi nombre es Mary, los acompañaré con la
profesora Delia, ella les explicará la situación y el
funcionamiento de nuestra guarida. Por favor vengan
conmigo.
Escondido al interior de la montaña se hallaba un amplio
túnel de rieles; un hermoso y extraño tren rojo esperaba por
ellos.
-Pónganse cómodos, les traeré algo de beber.
Los siete jóvenes se acomodaron alegres en uno de los
cubículos del lujoso tren, estaban famélicos y una vez más
quedaron impresionados al encontrarse en condiciones tan
favorables e inesperadas; las noticias de los ataques Vespas
eran sin duda un duro golpe pero por primera vez parecía
que habían hallado un verdadero refugio. Comieron hasta
saciarse y se dejaron maravillar con el hermoso paisaje tras
las gruesas ventanas que mostraban el fondo del mar y la
vida acuática que ahí pululaba.
-Nos ha sido imposible perdurar en la tierra desde que
llegaron los extraterrestres, así que algunas mujeres fueron
construyendo un refugio impenetrable para ellos y esto fue
lo que consiguieron –comentó la joven de ojos almendrados.
>>Ahora trabajaremos juntos en la construcción de esta
estación submarina y seguiremos buscando más
asentamientos de sobrevivientes.
-¿Y ningún Vespa los ha ubicado desde que llegaron? –
inquirió Itzy.
-Por el momento no contamos con los medios suficientes
para asegurarlo pero hasta ahora todo indica que se han
replegado a sus guaridas, quizá piensen que no quedan
sobrevivientes. Esta semana pudimos observar muchas de
sus naves partiendo pero no sabemos nada más –contestó
Mary.
-¡Una ciudad submarina! –confirmó Abigaíl bastante
impresionada. Estaba maravillada con el paisaje marino;
desde que llegara a la ciudad no había observado ni un solo
animal y los únicos especímenes que conocía estaban en las
páginas de sus libros, verlos en movimiento y en su hábitat
natural le pareció una experiencia inigualable.
El tren se sumergía en las profundidades del océano con una
rapidez inusitada y la luz solar tuvo que ser sustituida por
lámparas fluorescentes. Al cabo de unos minutos el tren se
detuvo y salieron a una reducida cámara donde una diáfana
luz les daba la bienvenida a su nuevo hogar y para Abigaíl fue
como un flash back a su primer amanecer, aunque esta vez
sabía que estaría lista para cuando aquellos seres regresaran
para terminar lo que iniciaron.
FIN
Por Ella Rucinter
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